Linchamientos
Urge reformular el actual modelo policial del país, de carácter militar represivo
En las últimas semanas, cuatro hombres murieron víctimas del desenfreno colectivo, protagonizado por turbas que decidieron tomarse la justicia por sus manos. Estos hechos tuvieron lugar en comunidades rurales, en las que la ausencia del Estado y la animadversión contra el sistema judicial dan lugar a la conformación de respuestas colectivas contra la inseguridad.
El primer caso ocurrió en Colquechaca (norte de Potosí), donde Santos Ramos, de 17 años, fue enterrado vivo sobre el ataúd de una mujer de 35 años, a quien supuestamente había violado y luego asesinado. Antes de quitarle la vida, la muchedumbre lo condujo a golpes al lugar en el que estaba siendo velada su presunta víctima. Por otra parte, el martes anterior, comunarios de Tres Cruces, también en Potosí, lincharon a dos hombres, uno de 17 y otro de 21 años, a quienes acusaron de haber asesinado a Julián Mamani, conductor de 45 años.
La Policía presume que los jóvenes contrataron los servicios de Mamani para que los conduzca al municipio de Puna. En el trayecto lo atacaron, le prendieron fuego y se llevaron su vehículo. Dos días después, trataron de vender el motorizado en la localidad cercana de San Lucas. Sin embargo, familiares y vecinos de la víctima reconocieron el coche, los atraparon y condujeron a Tres Cruces. Uno de ellos murió apedreado y las llamas consumieron la vida de su compañero. Ante la resistencia armada de los pobladores, la Policía no pudo ingresar en ninguna de las dos comunidades para recuperar los cuerpos e iniciar las investigaciones.
Una semana antes, en el trópico cochabambino, seis presuntos miembros de una banda de atracadores que se hacían pasar por una patrulla policial antidroga, para robar la carga y los vehículos de sus víctimas, fueron detenidos por algunos pobladores, quienes les prendieron fuego. Uno de ellos murió, tres sufrieron quemaduras de tercer grado en el 50% de sus cuerpos y los otros dos resultaron con heridas leves.
Como se puede observar, frente a la impunidad y violencia bajo la que han estado operando algunos delincuentes en diferentes regiones del país, algunos sectores han decidido adoptar formas alternativas de justicia. No obstante, se trata de opciones que, lejos de solucionar el problema, agravan la situación de inseguridad, siendo el linchamiento la más peligrosa de estas expresiones. Y es que las turbas enardecidas no solamente caen en extremos de brutalidad, sino que muchas veces comete terribles e irreparables injusticias.
Para evitar que estas prácticas se extiendan, urge reformular el actual modelo policial de carácter militar represivo por uno de carácter civil preventivo. Sólo así se podrá fortalecer entre los ciudadanos la credibilidad en la administración de justicia y se podrá restablecer la legitimidad de las instituciones en su tarea de brindar seguridad y protección.