La reconquista de la democracia
Nunca debemos olvidar que los sueños de unos son las pesadillas de otros
El sábado, Adolfo Lino me invitó a Tesape, una escuela de fotografía en la ciudad de Santa Cruz, a ver el documental La ciudad de los fotógrafos, dirigido por Sebastián Moreno, que a través del lente de un grupo fotógrafos independientes nos muestra la dictadura de Pinochet. La idea era que, luego, del filme, yo le contara al público asistente acerca de mi novela La ciudad de los inmortales, que trata de la reconquista de la democracia.
Era de noche y había una incondicional luna llena en el alto cielo. Siempre la luna atestiguando nuestros temores y alumbrando nuestras ilusiones. Yo había ido con mi esposa, Carmen Sandoval, y el documental nos conmovió profundamente, especialmente cuando entrevistaban a las familias de los desaparecidos. Ver esos rostros de muchachas y muchachos sonriendo y saber que sus padres, amigos, parejas e hijos no podrán enterrarlos asusta y acongoja. A Carmen le trajeron a la memoria el recuerdo de sus exilios, de sus tíos desaparecidos, del temor a que los arresten tanto en Bolivia como en la Argentina durante el cruel Plan Cóndor; y a mí, me recordaron mis años de universitario luchando por un mundo mejor y, también, me trajeron a la memoria los nombres de amigos desaparecidos y asesinados durante las dictaduras. Les conté de la novela, de la subcultura creada por los golpes de Estado, de mi militancia en una organización de izquierda, de la huelga de hambre iniciada por Domitila Chungara y otras cuatro mujeres mineras, del Departamento de Orden Político y de mi encierro. Carmen narró sobre su infancia y adolescencia, escapando de los esbirros y paramilitares, de las intempestivas mudanzas de ciudad, cambiando de colegios, así como de cultura y de historias nacionales.
Al volver a nuestra casa, conmovidos por nuestra audiencia de jóvenes, nos dimos cuenta de que nunca hablamos de lo que hizo nuestra generación para reconquistar la democracia. La verdad es que hizo mucho para que nuestros hijos vivan en libertad. Sufrimos torturas, exilio, muertes y desapariciones, pero logramos sacar al dictador Banzer del Palacio Quemado y derrocar a los que lo sucedieron. Es cierto que, después, no hicimos las cosas como deberíamos haberlas hecho, cometimos errores y muchas de las asignaturas que dejamos pendientes están siendo realizadas por este gobierno. Hablo en plural porque fui parte de ese proceso y no puedo eludir mi responsabilidad.
Sin embargo, también tuvimos nuestros aciertos y logramos consolidar la democracia. La historia nos juzgó y se llevó a quienes debía llevarse y absolvió a quienes debía absolver.
Así fue ayer, así es ahora y así será mañana. Si creemos que la historia no solamente es una acumulación de acontecimientos, sino un proceso que lleva en los mismos acontecimientos significados ocultos, tal vez comprendamos que muchos de esos errores estaban allanando el camino para este nuevo proceso iniciado en 2006. Proceso paradigmático que encierra muchas de nuestras esperanzas y también de nuestras pesadillas, como todo proceso histórico, porque nunca debemos olvidar que los sueños de unos son las pesadillas de otros.