El conservadurismo necesita iluminarse
El conservadurismo estadounidense moderno se basa en una dieta de la desesperación
La crisis que se desató en el Congreso de Estados Unidos fue resuelta, pero este respiro es temporal. Estamos destinados a tener más confrontaciones y políticas de alto riesgo en los meses y años venideros. Para entender el motivo hay que reconocer que para el Tea Party lo que está en juego no podría ser mayor. El movimiento está animado y estimulado por el temor de que pronto Estados Unidos estará más allá del rescate.
En la reciente Cumbre de Votantes Valores en Washington, el senador Ted Cruz, republicano del Estado de Texas, expresó claramente: “Nos estamos acercando al borde de un acantilado, y la oportunidad para cambiar las cosas, mis amigos, no creo que sea larga. No creo que sea de diez años. Tenemos un par de años para dar vuelta este país o nos vamos al precipicio del olvido”.
Cruz dominó el sondeo de opinión de la cumbre, teniendo el 42% de los votos, tres veces más que su rival más cercano. Sus comités de recaudación de fondos informaron esta semana que en el tercer trimestre recibieron 1.19 millones de dólares, duplicando el total del trimestre anterior. Si bien el índice de aprobación nacional de Cruz puede ser un pésimo 14%, para la base del Partido Republicano es un ídolo. El temor actual deriva del Obamacare, pero ése es sólo el motivo más reciente de alarma. El conservadurismo estadounidense moderno se basa en una dieta de la desesperación. En 1955, William F. Buckley Jr. comenzó el movimiento con una famosa primera editorial en National Review declarando que la revista “se destaca a través de la historia, gritando Basta”. El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, intenta unirse en esta tradición de oposición cuando dice con exasperación: “¡El Gobierno federal ha gastado más de lo que ha producido en 55 de los últimos 60 años!”.
Pero ¿cuál ha sido el resultado en estos últimos 60 años? Estados Unidos ha crecido fuertemente, destruyó a la Unión Soviética, extendió el capitalismo en todo el mundo y condujo a sus ciudadanos a niveles de vida e ingresos asombrosamente altos. En los últimos 60 años, Estados Unidos ha construido carreteras y universidades, ha financiado la ciencia y la investigación del espacio, y —en el camino— marcó el comienzo del surgimiento del sector privado más productivo y poderoso que el mundo jamás haya conocido.
A finales de 1961 en el discurso que lanzó su carrera política, Ronald Reagan manifestó: “Si yo no lo hago, uno de estos días usted y yo vamos a pasar nuestros años dorados diciéndole a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos cómo era una vez Estados Unidos, cuando los hombres eran libres”. Pero la amenaza sobre la que Reagan advirtió —Medicare— fue promulgada. Se proporcionó seguridad a los ancianos. Hubo algunos problemas relacionados con los costos, pero eso es casi como matar la libertad.
Para la mayoría de los estadounidenses, incluso para la mayoría de los conservadores, las causas más profundas de ayer son a menudo olvidadas en silencio. Tengamos en cuenta que de acuerdo con la definición de Reagan, el resto de las democracias industriales son tiranías. Sin embargo, cada año la Fundación del Patrimonio de la derecha califica a varios de estos países —por ejemplo Suiza— como más “libre” que Estados Unidos, a pesar de que tienen cuidado de salud universal.
Para muchos conservadores, la “podredumbre” que debe ser denunciada no es aquélla de la economía y la atención de salud, sino la de la cultura. Un tema persistente de los intelectuales y comentaristas conservadores —tanto en los diarios como en Fox News— es la decadencia cultural del país.
Sin embargo, en comparación con casi cualquier periodo de la historia de Estados Unidos, vivimos en tiempos burgueses, en una cultura que valora la familia, la religión, el trabajo y sobre todo el negocio. Los jóvenes de hoy aspiran a convertirse en Mark Zuckerberg. Citan los aforismos de Warren Buffett y leen la cuenta de Twitter de Bill Gates. Incluso después de la peor recesión desde la Gran Depresión, no existen radicales, anarquistas, Panteras Negras y otros movimientos revolucionarios obvios, a excepción del Tea Party. Según algunos estrategas y consultores, la retórica extrema es sólo una manera de mantener a los soldados motivados. Pero la retórica da sentido y forma a un movimiento político. Durante las últimas seis décadas, el idioma de la decadencia, la desesperación y la decadencia de conservadurismo ha creado un poderoso grupo de estadounidenses que creen fervientemente en este relato oscuro y están decididos a evitar que el país se hunda en el olvido inminente. Por el momento no se van a dar por vencidos.
La era de las crisis podría terminar, pero sólo cuando este grupo de conservadores haga la paz con el Estados Unidos de hoy día. Son los ojos llorosos en su devoción a una república distante del mito y la memoria, pero apasionados en su disgusto por la democracia desordenada, multirracial y cuasicapitalista que ha existido durante medio siglo, es decir, una quinta parte de la historia de Estados Unidos. ¿Podrán, en algún momento reconocer que no se puede amar a Estados Unidos en la teoría y odiarlo en la realidad?