Esa universidad
Bolivia necesita una universidad pública transparente, que detalle claramente en qué gasta la plata
Quizá porque cuando era niño me paseaba por el piso uno en búsqueda de la oficina de mi papá, quien fue 13 años secretario general de la UMSA, quizá porque la consideraba desde entonces mi universidad, o porque estudié en ella (como lo hicieron papá, mis dos abuelos, mis bisabuelos y mis tatarabuelos, lo mismo que mis hijos), o porque fui dirigente de ella, o porque estuve preso por ella, o porque hice varias huelgas de hambre en su defensa, o porque fui expulsado de ella por tener ideas diferentes a las de las autoridades. No lo sé, pero desde siempre he considerado a la UMSA como parte fundamental de mi vida.
Y créame que luché mucho para ser catedrático en sus aulas, incluso ad honórem. Hoy abandono horas de sueño para dar clases desde las siete de la mañana y, cuando puedo, intervengo en la vida universitaria. Por todo ello, he saludado la victoria de Waldo Albarracín y de Alberto Quevedo. Después de muchos años la universidad vuelve a la izquierda y ése es un gran paso.
Pero lo más difícil viene recién. Hay que crear espacios de participación para que estudiantes y docentes de base puedan expresarse. Por un lado denunciar posibles arbitrariedades, pero por otro también manifestar proyectos destinados a que la UMSA demuestre que es un espacio de rescate y difusión de saberes.
La universidad estatal debe ligarse de nuevo con su pueblo y con el proceso de inclusión y lucha por la equidad que vive el país. Debe ser un proceso crítico pero militante. Bolivia necesita una universidad comprometida, frente a la educación superior neoliberal basada en el no importismo, en la despolitización y en el arribismo requerimos de una universidad que rescate y cree cultura boliviana. Ahí es indispensable que se tenga una política editorial que publique anualmente decenas de títulos y obras escritas por catedráticos y alumnos.
Pero sobre todo, Bolivia necesita una universidad pública transparente donde docentes, estudiantes y los bolivianos en general sepamos claramente en qué se gasta la plata. El presupuesto de la universidad no es pequeño y proviene del país, y a él debe devolverse la información de en qué se invierte.
Todo esto no depende de las autoridades recientemente electas, sino de la activa participación de estudiantes y docentes. Hay que terminar con la universidad del mínimo esfuerzo para recrear la universidad basada en el estudio, la investigación y la publicación para una Bolivia diferente.
Otra U es posible, con el voto, con la acción y con la certeza de la importancia que la universidad pública debe jugar, más aún en un país en plena ebullición como Bolivia.