Jóvenes ahora
A los jóvenes hay que pedirles que saquen a la sociedad entera de la quietud en la que se encuentra
Durante una jornada conmemorativa por los diez años de la “guerra del gas” escuché a jóvenes de El Alto decir: “Ya no es tiempo de echarnos a llorar, es tiempo de aceptar que la agenda de octubre está superada. Hay que hacer una agenda más actual, donde mejoremos la vida diaria”. Los adultos fruncieron el ceño, se asombraron, algunos movieron la cabeza en señal de desaprobación. Los presentes habían acudido a la cita para recordar cómodamente lo ocurrido durante las jornadas de 2003. Esas propuestas les rompieron los esquemas. Esa es la misión de los jóvenes: renovar el mundo, comenzando por lavarle la cara a su casa, su barrio, su ciudad, su país. Las ideas crecen, envejecen y necesitan renovarse, para eso están los jóvenes.
En julio, el papa Francisco provocó a los jóvenes para que “no sean cobardes, no balconeen la vida, métanse en ella”. Les pidió que hagan lío en el sentido de interpelar a la sociedad por excluirlos del ámbito laboral, de la posibilidad de participar con propuestas que estimulen la desmercantilización de la vida. Les recordó que son un ventanal por donde ingresa el futuro.
Es bueno advertir que para que ese ventanal se abra en el presente es necesario permitir que la juventud ocupe su lugar ahora, sin condicionar a que tengan más experiencia, que sean profesionales, que tengan ahorros, sólo ahora, con lo que tienen y con lo que son.
A los jóvenes hay que pedirles que saquen a la sociedad entera de la quietud inerte, que nos obliguen a pensar de nuevo, a reír con ganas, a creer, a confiar. Que insistan para ser atendidos y entendidos en sus demandas, pero también que se obliguen a formarse en valores que los adultos dejaron atrás por la vorágine de la sobrevivencia.
Las luchas de los jóvenes de hace 40 años son distintas a las que persiguen los jóvenes de 2013. En los 70 los estudiantes abrían barricadas contra las dictaduras, no contaban con celulares, no había internet, se votaba a los 21 años. Los jóvenes de hoy piensan en el planeta, el cambio climático, la comida ecológica y el valor del agua. Votan a los 18 y la mayoría no concibe un colegio que no sea mixto.
La población joven tiene el deber de participar activamente en la construcción de las nuevas formas de hacer política, de llevar adelante la economía solidaria, de trabajar por la justicia social. Tienen el deber de ser rebeldes ante la inequidad, creativos para soñar y tienen el tiempo suficiente para transformar sus sueños en empleos dignos, en alimentos saludables, en viviendas acogedoras, en arte que conmueva a las siguientes generaciones para que se sigan transformando.