Un crecimiento superior al 6% proporciona el indicador sintético que mejor caracteriza el desempeño de la economía y la percepción compartida por una gran mayoría de la población. El 2013 ha sido en efecto un año de expansión económica superior al pasado cercano, ha traído aparejadas reducciones de algunas carencias de los estratos menos favorecidos, visibles mejoras en el bienestar de amplios sectores medios y una ostensible prosperidad para las capas más acomodadas de la sociedad. La mayor disponibilidad de poder adquisitivo, lograda en general a lo largo del año por los trabajadores a partir de sus incrementos salariales, fue reforzada para algunos sectores aún más con el doble aguinaldo de fin de año.

Sin embargo, es preciso destacar también que en 2013 se ha registrado una inflación superior a los años pasados. El temor a la inflación ha determinado asimismo una serie de medidas para evitar el alza del nivel de precios, que han generado distorsiones en los mercados, puesto que se han impuesto controles o se ha apelado simplemente al abastecimiento subsidiado mediante importaciones estatales, las cuales constituyen ciertamente una competencia desleal hacia los productores locales, además de que envían malas señales para el futuro.

El debate y las movilizaciones respecto de las consecuencias del doble aguinaldo han sacado a flote una vez más la profunda heterogeneidad estructural que caracteriza a la economía boliviana y en particular al empleo. No es de extrañar, por tanto, que los diferentes sectores de actividad económica ostenten grandes desigualdades en su desempeño. Así, por ejemplo, mientras que los hidrocarburos han crecido muy por encima del promedio general gracias a la exportación de gas al Brasil, la agropecuaria del oriente se caracteriza por una reducción de la superficie cultivada en comparación con el año anterior. Tal situación se explica principalmente por los avasallamientos de propiedades en plena explotación y por la consiguiente inseguridad que se extiende a todo el sector.

Las actividades de la construcción también han tenido un desempeño por encima del promedio, y ello se ha traducido a su vez en un impulso dinámico a una amplia gama de industrias vinculadas con dicho sector, incluyendo por supuesto las respectivas importaciones y el movimiento financiero correspondiente.

Mientras que muchas ramas de la industria manufacturera registran un crecimiento moderado, la situación de la minería muestra visos preocupantes, que se traducen en un estancamiento del valor agregado del sector en su conjunto. Se trata de la actividad productiva con mayores
niveles de heterogeneidad, disparidad de formas organizativas y conflictos recurrentes entre comunidades, cooperativistas y empresas estatales y privadas, que desbordan en tomas de minas y avasallamientos, que no hay perspectiva de que desaparezcan mientras no se apruebe una ley de minería que establezca un nuevo orden minero en el país, fundado en criterios productivos antes que políticos.

La ley de inversiones y la ley del trabajo constituyen dos piezas esenciales para garantizar la seguridad jurídica y la estabilidad laboral de los emprendimientos privados en el país, pero no pudieron ser consensuadas en este año.

Se puede afirmar en resumen que el 2013 constituye una suerte de fin de ciclo y que en el próximo año se pondrán de manifiesto importantes cambios en los parámetros básicos que prevalecieron hasta ahora. Las señales desde la economía mundial son todavía ambiguas, pero sumadas a la naturaleza electoral del año, generarán demandas cada vez más exigentes de gestión, que no ha sido por cierto el rasgo que ha caracterizado al año que concluye.

Felices fiestas.