IBIS: ¿chivo expiatorio?
Con la expulsión de IBIS se ha lanzado una advertencia a otras ONG para que se pongan en línea.
Aprovechando el desbande de las vacaciones navideñas, el Gobierno decidió expulsar del país, sin previo diálogo ni aviso, a la ONG danesa IBIS. Se anunció la expulsión el viernes 20 de diciembre en el contexto del operativo apoyado por la Policía para desbancar de su sede al Conamaq más cercano a las marchas por el TIPNIS, para instalar allí a un nuevo Conamaq oficialista, dentro de la antigua norma del poder: divide y vencerás. El jueves 26, la Cancillería oficializó esa expulsión, enviando una nota firmada por José Crespo Fernández, viceministro a.i. de Relaciones Exteriores, a la directora local de IBIS, rescindiendo el Acuerdo de 24-I-2011, “a partir del 26-III-2014”.
En todo lo que hasta ahora se ha hecho público no he detectado ningún delito que justificara tal decisión. La comparación que hizo el ministro Quintana entre la expulsión de esta ONG, relativamente pequeña, con la de la poderosa Usaid, dependiente del Gobierno de EEUU, está también fuera de toda proporción. Como enseguida aclaró P. Jensen, no era tampoco verdad que poco antes el IBIS hubiera sido expulsada del Ecuador: el propio IBIS, por la crisis financiera, deliberó y decidió cerrar sus programas menores en Ecuador y Perú para poder atender otras urgencias en África.
El Ejecutivo enfatiza al mismo tiempo que la ayuda externa es bienvenida, siempre que se encuadre en los planes gubernamentales de desarrollo, expresados, entre otros, en la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien. Por lo que he conocido de IBIS, tanto en Bolivia como en otros países de América Latina y África, más bien hay que valorar en alto grado su compromiso firme con los pueblos indígenas, la EIB, los derechos indígenas, etc. que la actual Constitución boliviana expresa con más vigor que otras.
IBIS hizo incluso lobby reiterado ante el Gobierno de Dinamarca a favor de la audaz propuesta de Ecuador para defender el medioambiente y a los pueblos aún no contactados del parque Yasuní-ITT, dejando intactas en el subsuelo importantes reservas petrolíferas, siempre que la solidaridad internacional compensara con al menos la mitad de lo que estas reservas le darían. A la hora de la verdad lo que falló fue esa solidaridad internacional, como expliqué en LR 18-VIII-2013.
Yo leo esta expulsión sobre todo como un ejemplo más de esa tendencia tan común en tantos grupos autoritarios en el poder a sacarse de encima o complicar la existencia de aquellos a los que se considere insuficientemente dóciles. Con ello se ha lanzado también una advertencia a otras ONG nacionales, extranjeras o financiadas desde el extranjero para que se pongan en línea. En este sentido, IBIS aparece más como un “chivo expiatorio” al que se cargan pecados ajenos, que como un verdadero culpable.
Puede que ello dé réditos al Gobierno a corto plazo, sembrando temor y cautela en los más débiles. Sin fijarme ahora en la oposición abierta, me referiré a tantos que si bien quieren seguir y profundizar el proceso actual, no aceptan quedar reducidos a alzamanos sin animarse a expresar lo que piensan. ¡No iría mal un poco más de debate interno en la Asamblea Legislativa, aunque Álvaro García Linera les caricaturice como “librepensantes” o “resentidos”! Pero a la larga ese tipo de amenazas también puede repercutir como un boomerang contra quienes las profieren, restándoles credibilidad en la cooperación internacional y quizás también en las urnas.