Conquistar el mundo
El objetivo del presente artículo es hacer un homenaje a quien me acompañó en mis sueños de infancia
No se trata de una broma ni de un artículo sobre los ratoncitos Pinky y Cerebro, se trata de que el 12 de junio, en una conferencia celebrada en el Instituto Weldon de Filadelfia, un científico presentó un invento que, de estar en manos de algún país, podría llevarlo a alcanzar tal poder que conquistaría el mundo si lo desease. Los hombres de ciencia reunidos en dicha conferencia no le dieron mayor crédito al inventor, por el contrario, sus teorías fueron sujetas de fuertes críticas.
El excéntrico científico siguió con su trabajo en un laboratorio ubicado en los montes Apalaches, específicamente en el Great Eyry, cerca de Pleasant Garden. Cuando se descubrió que efectivamente el proyecto podía ser llevado a la práctica, Estados Unidos y varios países europeos le ofrecieron grandes cantidades de dinero para hacerse con este espectacular invento; sin embargo, el inventor se negó a venderlo, señalando que él conquistaría el mundo.
Robur es el nombre del científico que surgió de la prolífica mente de Julio Verne, y aunque el científico de la novela no podría conquistar el mundo, el escritor francés conquistaría a muchas generaciones. Sus novelas fueron traducidas a varios idiomas y nada menos que 33 de ellas fueron llevadas al cine, varias en distintas versiones. De Veinte mil leguas de viaje submarino y Las aventuras del capitán Nemo se hicieron 16 películas, de La vuelta al mundo en ochenta días se hicieron cinco versiones, incluida una con Cantinflas, de
Viaje al centro de la Tierra se realizaron nueve, cabe destacar que con base en este argumento, Rick Wakeman, tecladista de la banda de rock Yes, compuso un musical que, interpretado conjuntamente con la Orquesta Sinfónica de Londres y el Coro de Cámara Inglés, vendió 14 millones de copias, ubicándose como el disco más vendido en la historia del rock sinfónico.
Más allá de sus novelas, Verne fue un verdadero visionario, que en el siglo XIX ya logró imaginar la videoconferencia, el submarino, el helicóptero, las velas solares y muchos otros de sus sueños que hoy se hicieron realidad.
Seguramente que varios de mis amigos lectores en sus años de infancia y adolescencia se deleitaron con la lectura de las obras del insigne escritor. Entre mis recuerdos de esos años, El dueño del mundo (novela con la que comencé este artículo), El faro del fin del mundo y El secreto del alquimista ocupan un lugar privilegiado en mi memoria. El presente artículo tiene el objetivo de hacer un homenaje a quien me acompañó en mis sueños de infancia, espero les haya traído a su memoria agradables recuerdos.