Apellida París
La justicia social va más allá de los ingresos económicos y el contar con un empleo de sobrevivencia
El sacerdote francés que lo bautizó hace 18 años le puso el nombre del santo del pueblo cruceño donde oficiaba como párroco y el apellido de la ciudad donde se hizo cura: París. Huérfano de toda orfandad, lo dejaron en la puerta de la parroquia en un pueblito de Santa Cruz. Nadie sabe quiénes son sus padres, por lo que tampoco tiene abuelos, tíos, primos. Él, sin consulta o aprobación previa, se hizo de parientes. Primero fueron los feligreses de las misas dominicales, las señoras de los viernes de Vía Crucis, y más adelante, la parentela se hizo extensa cuando a los creyentes se sumaron los compañeros del sindicato de zafreros con quienes trabaja de marzo a octubre desde que tenía nueve años hasta ahora. Actualmente es inquilino de la sede sindical durante los meses de descanso.
Contrariamente a lo que uno podría imaginar el joven que apellida París, viste de manera prolija, cuenta con un celular inteligente, saldrá bachiller el próximo año y quiere estudiar medicina. Es conmovedor su convencimiento cuando dice que lo hará, que está seguro que podrá hacerlo. Aunque para conseguirlo primero deberá vencer el obstáculo de no tener una cédula de identidad y para obtenerla debe tramitar un certificado de nacimiento. Aún no tiene idea de los pasos a seguir para hacerse de estos documentos, pero confía en que la solución la tendrá alguno de sus “tíos” sindicalistas.
Este joven, que tiene el apellido de la ciudad luz y que quiere ser médico, se ha salvado de morir por la picadura de una víbora en el campamento zafrero, ha tenido dengue, tuberculosis y muchas horas de hambre, secuelas que quedan como constancia en su contextura física. No le falta dinero para mantenerse, va al colegio, pero está lejos de un trato justo socialmente hablando. Porque la justicia social va más allá de los ingresos económicos y el contar con un empleo de sobrevivencia. La justicia social tiene que ver con la igualdad de oportunidades, trabajo decente y productivo “en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana”, como enuncia la Organización Internacional del Trabajo.
En noviembre de 2007, la Asamblea General de la ONU proclamó el 20 de febrero como el Día Mundial de la Justicia Social. La proclamación reconoce la necesidad de consolidar aún más los esfuerzos de la comunidad internacional en la erradicación de la pobreza y en la promoción de empleo pleno y trabajo decente, igualdad de género y acceso al bienestar social y justicia para todas las personas. El joven de esta historia es real, desde que nació hasta este 2014 solo conoció la lucha por seguir existiendo como sea, aunque él se merezca mucha más dignidad. A pesar de su empeño en cambiar su suerte, aún le quedan las huellas de la injusticia y por eso dice que la muerte lo atrae, que de vez en cuando siente como si estuviese muerto.