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Sunday 8 Dec 2024 | Actualizado a 05:25 AM

Las derechas periféricas

No será nada extraño que asistamos las y los ciudadanos al maximalismo discursivo ultraconservador como oferta electoral

César Navarro

/ 23 de mayo de 2024 / 07:03

En estas semanas circuló información sobre una reunión en EEUU convocada por una fundación a varios partidos de derechas para buscar una fórmula unitaria para las próximas elecciones, unos salieron a validar la información y resaltaron el hecho, otros no quisieron darle mucho realce y los que no participaron descalificaron el evento; cada facción dio su versión y el tono folklórico de la reunión. Pero qué son las derechas en nuestro país. La matriz de estas corrientes ideológicas gira en torno al Estado, la raza, la clase, la religión, el regionalismo y la supremacía urbana sobre lo rural, sin estos ejes es imposible entender a las derechas en la política y el poder.

Además, las derechas siempre fueron colonias ideológicas y políticas de la metrópoli imperial, su accionar nunca estuvo en función del interés del criollaje local, porque los grupos económicos y políticos actúan como la periferia, pero se autoconsideran clases dominantes y dirigentes.

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La titularidad en el poder de las derechas en el siglo pasado se restituyó a través de los golpes de Estado, fue la reapropiación militar con características fascistas del control estatal que no perdieron las derechas con la democracia; por el contrario, fue un viraje en la forma de acceder al poder, es decir las derechas siempre estuvieron en el Estado y su reproducción en el poder dependía de su control y presencia estatal.

En 2005, la élite eterna del poder fue sustituida por la movilización social. Los movimientos sociales campesino, urbano, populares y el soberano, a través de voto; este hecho es trascendental, porque no hacemos referencia solo a un resultado electoral sino a la construcción activa de la autoconciencia de los sectores subalternos, ello implica que estamos superando la visión lineal de la democracia representativa y vamos describiendo que la noción de pueblo y democracia tiene sentido por la constitución del sujeto histórico como movimiento social anticolonial.

Las derechas creyeron que su derrota era electoral y en esa dimensión elaboraron su respuesta con diferentes frentes políticos desde 2005, se organizaron al calor del corto tiempo electoral, duraron mientras existe campaña y las elecciones, es decir menos que una estación del año. El apelativo de autonombramiento es ser “oposición”, porque no tienen otra forma de presentarse públicamente.

Ahora que estamos en la fase preelectoral, la agenda es reiterativa de anteriores elecciones, discursiva y emotivamente tiene la misma connotación, hablan de unidad para “recuperar la democracia y la libertad, liberar a Bolivia del totalitarismo masista y de la dictadura sindical”. Los convocantes y convocados son siglas con y sin personalidad jurídica, plataformas ciudadanas, cada uno tiene el cartel rimbombante que unirá a las oposiciones y será el salvador del país; ofrecen una cartelera sin contenido, son organizaciones sin militantes, evitan presentarse ideológicamente, puede ser por vergüenza o porque no tienen la capacidad de autoidentificarse, pero su narrativa  exacerba el “anti” izquierdismo indígena acompañado de adjetivos raciales, regionales, religiosos, como el sumun de la verbalización política. 

La fraseología empleada es válida para estar en los medios de comunicación, pero no es el factor de cohesión alternativa, si quieren tener alguna posibilidad electoral necesitan tutela imperial, como lo tienen todas las derechas de la región, por ello no es casual ni novedoso la noticia difundida sobre la reunión y la firma secreta del “Pacto de Washington”.

Los voceros y las cabezas de las diferentes facciones están reafirmando lo que naturalizaron como forma de vida las derechas, ser la periferia colonial de la metrópoli imperial, los pasos que dan tienen huellas impuestas y aceptadas sumisamente, saben que sin la intervención del padrinazgo del norte no irán más allá de la retórica, por ello las reuniones dentro y fuera del país se irán dando con mayor frecuencia, necesitan forzar un acuerdo, imponer o fabricar una candidatura, inventar la narrativa que les dé la plataforma ideal para las elecciones.

En la ruta delineada, la extrema derecha absorberá a las derechas, no será nada extraño que asistamos las y los ciudadanos al maximalismo discursivo ultraconservador como oferta electoral con similitudes a Trump, Bolsonaro y Milei, graficando dramáticamente la condición servil de las múltiples derechas criollas bolivianas.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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El bombón Olañeta

/ 5 de diciembre de 2024 / 06:00

Casimiro Olañeta, arquetipo del político criollo que aspiró el aroma político que le benefició en la fase de las luchas independentistas, era parte de la estructura política colonial de la Audiencia de Charcas. Se incorporó al Ejército Realista comandado por su tío, el español Pedro Antonio Olañeta, que defendía la Corona española. Encabezó, por encargo de su tío, una delegación al Río de la Plata para negociar un acuerdo que deje a Pedro Olañeta como jerarca de la Audiencia y aplacar los levantamientos independentistas.

Ante el inminente triunfo del ejército libertario, se autoproclamó anti Corona, se unió al Mariscal Sucre, abrazando las banderas de la Independencia. En 1825 fue parte de la Asamblea que declaró la Independencia. Algunos historiadores coinciden en que fue el autor de la denominación “República de Bolívar” a la naciente república. En 1826 fue miembro de la Asamblea Constituyente que aprobó la primera Constitución Política del Estado.

En 1828 fue parte de la conspiración contra el presidente Antonio José de Sucre y lideró el primer golpe de Estado de nuestra historia al derrocar y desterrar al Mariscal. 

En la segunda Asamblea Constituyente (1831), convocada por Andrés de Santa Cruz, fue uno de los redactores de la Constitución, fue ministro de los presidentes Santa Cruz, Ballivián, Belzu, Velasco y Linares, además de diputado y diplomático.

Olañeta, el político que mutó política e ideológicamente del colonialismo al republicanismo, pasó de glorificar a los libertadores a derrocarlo mediante un golpe de Estado. Ese recorrido le dio la aureola para ser un engranaje de la estructura de poder del republicanismo colonial. Olañeta siempre fue oficialista, sin importar quién esté en el poder.

Manfred Reyes Villa no tiene un recorrido de esa envergadura, pero se asemeja a la habilidad política para estar siempre con el poder; es decir, ser siempre oficialista.

Sus pasos iniciales en los 90 como concejal fue del Movimiento Bolivia Libre, partido que estaba en el gobierno con el MNR; en 1995 postuló como alcalde por ADN; en 1997, ya con partido propio, NFR, fue parte de la coalición de varios partidos que hizo del exdictador reconvertido en demócrata presidente de la República. En las elecciones presidenciales de 2002 tuvo como acompañante a un ícono de la oligarquía masónica cruceña. Por mediación, instrucción y padrinazgo del embajador norteamericano, en 2003 fue parte del gobierno de Sánchez de Lozada.

En las elecciones de 2005 fue electo prefecto; fundó otro partido, Alianza de Unidad Nacional (AUN). Se alineó a la extrema derecha; públicamente apoyó el separatismo cruceño con la célebre frase “Santa Cruz, adelante con su independencia”.

Se autoexilió en Estados Unidos en 2010, volvió en los primeros meses del gobierno de facto y apoyó a la presidenta Añez.

En las elecciones municipales de 2021 fue electo alcalde con otra sigla electoral, Súmate, y se distanció de la extrema derecha cruceña, pero se alineó al gobierno de Arce. El exvocero presidencial Richter, uno de los confidentes del Palacio, denunció que esa adhesión implicó que fue beneficiario directo de la tenebrosa Sala Cuarta del TCP, que le absolvió todas sus sentencias penales y anuló procesos pendientes, habilitándolo electoralmente para las elecciones de 2025.

Manfred no es un híbrido ideológicamente; si bien no tiene la lumbrera para explicitar su matriz, es un político pragmático que encubre su identidad política de derecha inclinado a la extrema con un rostro de gestor público y frases que adornan el sentido común popular: “El país está triste porque la situación es crítica, no hay gasolina, no hay dólares, no hay diésel, una situación muy complicada. Pero vamos a salir adelante, yo tengo el modelo, tengo el programa y tengo la solución para el país”.

Es un eterno candidato para el escenario que se presente; puede ser para alcalde, prefecto/gobernador o presidente; cambia de color y sigla partidaria, como cambia la moda verano-invierno, sin pudor. Su discurso es la enunciación pública del “yo” acomodado a la coyuntura.

Olañeta era la manifestación típica del criollaje político, pragmático; su ética era ser fiel a sí mismo mientras se beneficiaba del poder. En cambio, Manfred es la manifestación de la crisis de la derecha; es un comodín que da oxigenación y apoyo que necesitaba y requiere el poder, por ello deambula siempre en los pasillos del oficialismo.

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Un lustro con la misma retórica: fraude

/ 24 de octubre de 2024 / 06:08

Estos días volví a leer en algunos medios escritos, escuché a periodistas, a eternos ‘analistas’ volver a afirmar, que se conmemora un lustro de “fraude perpetuado por el MAS”, sin más argumentación que la descalificación, esa es la fuente de su razón, convertida en su verdad. Inventan y construyen su narrativa, porque un hecho político tiene vigencia en el tiempo por la narrativa desarrollada, a partir de la distorsión deliberada de la realidad, es decir la posverdad, este hecho se ha vuelto en el requisito identitario de los folclóricos, diversos y nostálgicos del republicanismo, que reivindican el pasado añorando el orden social, político, cultural, económico como el paraíso terrenal que se perdió porque un indio anticolonial y campesinos osaron despojarles de su derecho natural  de dirigir nuestra patria en dictadura y en democracia a los autobautizados biológicos mestizos, culturalmente exponentes de la blanquitud, ideológicamente adoradores sumisos de los códigos americanos y europeos.

La posverdad tiene incidencia por la narrativa impuesta, no por la relevancia del hecho político al que se hace referencia y se utiliza como excusa, sino por la forma, la intensidad de su divulgación y el contenido ideológico camuflado como sentido común, porque está enunciado por medios y personalidades que aparentan ser la imagen y espejo de la civilización moderna, es decir son los exponentes de la sociedad y las familias de bien.

La descalificación y satanización teológica a las luchas y movimientos de obreros, de los campesinos es una constante como requisito necesario para que la violencia estatal, simbólica e incluso religiosa desplegada sea legítima contra los insurrectos, la violencia policial y militar emerge como autodefensa del Estado y la sociedad.

El primero de octubre del 2019, a 19 días de las elecciones nacionales el periódico Página Siete divulga una encuesta que dice que el 67% de los bolivianos, ojo no encuestados, creen que habrá fraude, inmediatamente los comités cívicos de Potosí y de Santa Cruz sacan pronunciamientos con rótulos sensacionalistas: “resistencia civil al triunfo del MAS porque será producto del fraude”. La fuente de la verdad cívica es un medio de comunicación exponente de las ideas antigobierno de izquierda e indígena.

El día de las elecciones, la Misión de Observación Electoral MOE de la OEA, a las 22 horas, publica un tuiter advirtiendo que la “paralización de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares TREP afectaba al cómputo electoral”. La OEA hasta ahora en ningún informe pudo demostrar jurídica, informática y técnicamente el vínculo del TREP con el cómputo electoral y la forma cómo procedió a alterar el resultado electoral. Al día siguiente, estos mismos personajes de la MOE designados por Almagro leen un comunicado en las gradas de un hotel privado donde dicen que “hay cambio de tendencia que afecta al resultado” y lo “más recomendable es segunda vuelta”. Estos ilustres enviados sin tener ni siquiera el resultado electoral preliminar, violando sus atribuciones anuncian la buena nueva: segunda vuelta. Para los salvadores de Disneylandia ese tuit y el comunicado era la constatación de la perpetración del “monumental fraude”, inmediatamente la reacción de la muchedumbre, que para los medios eran jóvenes que defendían la democracia, incendiaban y saqueaban los tribunales electorales de cuatro departamentos.

Mesa proclama la segunda vuelta y Camacho desconoce las elecciones, el valor no está en el argumento, sino en la dramatización sensacionalista amplificada por los medios, la posverdad instalada es fraude.

Pasó un lustro, los creadores de las frases “monumental fraude”, “fraude masista”, repiten su argumento sin presentar una sola acta que valide su información; sin mostrarnos hasta ahora un solo nombre en la Argentina que se inscribió ilegalmente en el padrón electoral como dice la auditoría de la OEA; sin demostrarnos cómo alteró el TREP al cómputo electoral; sin demostrar cuál fue la alteración de las 86 mesas que modificaron el resultado, es decir el discurso que reiteran es la plegaria de su frustración, pero como no pueden admitir que su narrativa es la causante del genocidio étnico de aymaras y quechuas, lo sencillo y cínico es reiterar la fraseología que justifica sus imágenes de defensores de la democracia.

Un lustro donde el asesinato, el dolor, la tortura, la privación de libertad, la persecución es sustituida por el fetiche de la posverdad.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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Aprender de los pueblos

/ 26 de septiembre de 2024 / 06:10

La enseñanza de la última movilización política de las organizaciones y del Instrumento es para separarme de los slogans tóxicos: “enfrentamiento de los dos bandos evistas contra arcistas”, que posesionaron con fuerte sentido ideológico desde los medios, como una verdad, pero fetichizada.

El actor que es el sujeto político hegemónico de la política en este siglo tiene identidad étnica, territorial, sindical, que trasciende a la democracia liberal representativa, tiene la virtud de agendar la temática política como agenda que engloba la totalidad de la política, a los múltiples actores y con ello el conflicto.

Se constituyen en sujeto político enfrentándose al republicanismo colonial y sus élites señoriales aburguesados, exigían el reconocimiento de derechos que rompían el orden estatal vigente, esos derechos son sus códigos de vida como pueblos, por ello no se podían inscribir en el catálogo de respuestas o concesiones gubernamentales, sino en una nueva temporalidad donde el derecho conquistado se ejerce, pero en condición de autoridad estatal.

Previo a la Asamblea de Nacionalidades convocada por la CSUTCB en octubre del 92 conmemorando los 500 años de resistencia a la invasión española; a la marcha de Tierra y Territorio, Coca y Soberanía (1994); a la Guerra del Agua (2000); del Gas (2003); a la movilización aymara y la conformación del Cuartel Indígena de Qalachaca (2001), los campesinos y sectores populares periféricos en la versión liberal colonial eran vistos como usuarios electorales, con estos hechos históricos como movimientos que emergen de la autoconciencia explican la importancia de este tiempo y del sujeto histórico.

La marcha de la CONALCAM-COB (2008) que fue la más grande es la historia política, su importancia radica en la capacidad de representar temporalmente el sentimiento de la plurinacionalidad constituyente, este hecho es fundante, porque derrota a la resistencia racial y de clase, de las múltiples derechas políticas, cívicas, religiosas, mediáticas. Inscribe una nueva ruta, pero no logra superar la conflictividad propia del republicanismo colonial y capitalista.

Dos movilizaciones con implicancia estatal: la primera post crisis del 2019, la movilización de agosto del 2020 de obreros, campesinos, sectores populares, pusieron fecha de retiro al gobierno de facto, recuperaron la democracia con la movilización y con el voto el gobierno. La segunda, la movilización política, sindical, de los pueblos originarios, de sectores populares que partió el 17 de septiembre de Caracollo hacia La Paz.

Mediáticamente, con intencionalidad política a la movilización se le impone marca, pero como adjetivo: “el bando evista”, al desplazamiento de funcionarios públicos catalogan como “el bando arcista.”

Titular: “Empieza la marcha evista” seguido de otro titular “Sectores arcistas esperan en Vila Vila a la marcha evista.” Titulares que etiquetaron el conflicto. 

Titular: “Pacto de Unidad y COB arcista convocan a concentración en Ventilla para impedir ingreso de evistas”, la alcaldesa Copa, el dirigente de la COR de El Alto en una clara demostración de colonialismo actúan como corregidores y propietarios, amenazan con no dejar pasar la marcha y ordenan que salgan sus súbditos a impedir el ingreso.

El pronóstico mediático era el enfrentamiento, no se dio, pese a que los titulares mediáticos, las y los corregidores de ocasión incentivaban el desenlace de violencia.

Como decía el Che: “en la revolución lo extraordinario se vuelve cotidiano”, lo extraordinario ha sido la construcción y constitución del sujeto histórico que tiene cohesión unitaria, organización, memoria e identidad politizada, es lo cotidiano que aflora en tiempos de crisis.

Durante el desplazamiento no hubo enfrentamiento entre los marchistas que representan la plurinacionalidad y los habitantes aymaras de los municipios y comunidades, en El Alto el pueblo aymara y quechua no los enfrentó, por el contrario, los recibió y acompañó. Estos hechos describen la importancia del sentido comunitario entre pueblos, se ven y se sienten como hermanos.

La violencia es externa al movimiento y a los pueblos, generada por civiles, encapuchados con características parapoliciales, sin más argumento que el odio racial.

Las crisis son tiempos donde la memoria, la experiencia y el horizonte prevalecerá en el actor colectivo histórico, espero lo necesario, con ello es suficiente para seguir avanzando.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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Enfrentamiento; estrategia contrarrevolucionaria

Ahora la estrategia es diferente con complicidad interna, en la fractura, división y enfrentamiento dentro el núcleo

César Navarro

/ 12 de septiembre de 2024 / 09:00

Lo vocación de poder implica el convencimiento y la capacidad de mando, es la manifestación de ejercer sus decisiones sin delegar esa representación, la vocación está implícitamente vinculada a la estrategia de poder, como el medio para alcanzar metas.

La vocación y la estrategia es la manifestación de un actor político colectivo, tiene sentido ético si está imbuido de un horizonte político, es el tiempo de la autoconciencia como concepción ideológica, es la praxis política como construcción social liderada por actores colectivos.

Revise: Boric, una izquierda que nunca fue

El movimiento sindical campesino, originario e indígena —en ese orden— asumen el reto, de hecho, hay ruptura con la tradición sindical obrerista, también con ciertas izquierdas partidarias eurocéntricas, critican e interpelan a las sociedades principalmente —no únicamente— urbanas como coloniales e impugnan las estructuras republicanas, coloniales, raciales, capitalistas de nuestra Bolivia. Es el tiempo de construcción contrahegemónica al neoliberalismo.    

La estrategia partió por la vía democrática en los municipios a través de los centrales y subcentrales provinciales de hombres y mujeres eligiendo, postulando candidaturas y desplegando la campaña electoral por los sindicatos campesinos que tienen su nivel organizativo territorial en las comunidades.

La prensa solo grafica el resultado electoral de los municipios y la cantidad de concejales electos por el instrumento político, la dinámica de la política te está describiendo el desplazamiento de las derechas del escenario municipal.

El 2002 el movimiento campesino originario expresado electoralmente en el MAS y en el MIP desordenan al sistema político, ponen en crisis el pasanaku político, la intervención del embajador norteamericano es decisivo para formar la última y criminal experiencia gubernamental.

En las elecciones nacionales adelantadas con un año y medio el 2005 la historia se detiene a la espera de la continuidad del neoliberalismo o de una nueva época, el pueblo democrática y soberanamente se pronuncia, es un triunfo político y moral representa la ruptura inmediata con la derecha legitimando simultáneamente un nuevo horizonte y al sujeto colectivo sindical campesino originario indígena que representaba el nuevo tiempo político.

La síntesis inaugural del nuevo tiempo esta en: vocación y estrategia de poder; organización y articulación territorial-cultural; liderazgo sindical campesino y unidad en el horizonte, en el bloque campesino, originario, indígena, urbano popular, el valor y su connotación histórica está en la praxis revolucionaria descolonizadora.

Las derechas creyeron y algunos siguen creyendo que su derrota fue electoral, a ello se debe el nivel de su respuesta, eran plataformas electorales frentistas, que duraban el tiempo que duraba la campaña electoral, luego se diluían, terminaban siendo un club de amigos parlamentarios, pero de “oposición”, eran el testimonio eterno de su derrota.

La estrategia de las derechas se modificó, el primer ensayo el golpe del 2019, creyeron que derrocando al gobierno derrotaban al núcleo sindical campesino, originario indígena popular del proceso de cambio. Este núcleo masacrado, reprimido, encarcelado, venció al gobierno de facto, recupero la democracia y el gobierno por la vía democrática.

Ahora la estrategia es diferente con complicidad interna, en la fractura, división y enfrentamiento dentro el núcleo. La fractura es superable, la división en sí mismo no es la destrucción, es debilitamiento, pero lo dramático es el enfrentamiento, vernos como enemigos dentro el núcleo significa desenvolvernos al ritmo que quiso y quiere el colonialismo, las derechas y los pluridiversos enemigos de este proceso.

Perder la mística y la espiritualidad del horizonte de este tiempo histórico, implicaría la derrota del proyecto, el enfrentamiento interno tiene esa posibilidad, a ello se debe la intención política de amplificar sistemáticamente el enfrentamiento, poniendo en escena mediática con rótulos de espectáculo incluso la pelea física entre hombres y mujeres indígena originario campesinos.

Recuperar el horizonte anticolonial y antiimperialista es superando la motivación política e inducida al enfrentamiento, el núcleo sindical campesino, originario indígena que es el sentido del proceso de cambio, conoce por experiencia de vida que la movilización es el punto de reencuentro del yo colectivo plurinacional. El presente no será la ruptura con este tiempo histórico.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Boric, una izquierda que nunca fue

La dominación tiene métodos por la vía del control de gobiernos electos democráticamente

César Navarro

/ 29 de agosto de 2024 / 07:27

Las relaciones internacionales no están organizadas en función a principios sino a intereses, las organizaciones e instituciones internacionales en su rol político sintetizan el sentido hegemónico de poder en el presente de manera indefinida. La fundación de la OEA (1948) grafica esta definición.

En nuestro continente los Estados, gobiernos y las élites son el engranaje de este andamiaje que se estructuró con mayor fuerza después de la Segunda Guerra Mundial, en condiciones de subordinación periférica a la metrópoli imperialista.    

Revise: Glorificar al pasado negándolo

El control/subordinación es la relación de dominación, lo normalizaron al extremo que el eurocentrismo se amplió al americano-centrismo; las élites que dirigen los Estados tienen sus oídos abiertos y sus acciones están centradas en acatar las órdenes diplomáticas que emitirán los que están sentados en la Casa Blanca.

La dominación tiene métodos por la vía del control de gobiernos electos democráticamente, de los gobiernos impuestos por la institucionalidad republicana parlamentaria, por la vía de los golpes de Estado. Lo predominante no está en la forma de elección del gobierno sino el control/subordinación del gobierno. La trilogía que ordenaba y ordena el orden continental: capitalismo, control político-militar y anticomunismo.

Chile grafica esa transición entre la dictadura pinochetista y la democracia. Las diferentes organizaciones políticas de centro y de derecha agrupadas en el frente político La Concertación, que gobernó desde 1990 hasta 2010, terminó validando el modelo político de la dictadura como la estatalidad chilena. Al extremo que la senadora de derecha Ena von Baer expreso en 2019 que el presidente Sebastián Piñera, de la coalición de derecha Chile Vamos, es “el heredero de las políticas de La Concertación en el gobierno y del cual se sienten orgullosos del país que en conjunto con nosotros construyó”.

La generación política de la segunda década de este siglo enfrentó a esta estructura estatal pinochetista invisibilizada, pero en tiempos de democracia, con demandas que interpelaban los cimientos del Estado chileno que emergió de la dictadura, entre ellos derechos sociales como “educación pública” y la convocatoria a la Asamblea Constituyente. Movilización popular, represión estatal, más de una veintena de muertos por la represión, cientos de heridos, detenidos, procesados… es la generación que reescribió la historia chilena, pero en las calles.

Dirigentes estudiantiles que fueron partícipes de la movilización popular hoy son autoridades gubernamentales: Gabriel Boric, presidente; la dirigente comunista Camila Vallejos, ministra secretaria general del Gobierno, son herederos de toda la subjetividad y la emotividad de millones de chilenos y chilenas contra la dictadura, contra los gobiernos de La Concertación y del multimillonario Piñera, representaban y expresaban una posibilidad diferente al pinochetismo militar y democrático.

Enarbolaron las banderas de la movilización, pero no asumieron las banderas como eje ideológico, sino solo electoral.

El presidente, el gobierno y el entorno no supieron valorar la fuerza moral, social e histórica que representaba su triunfo, optaron por ser una izquierda ética, simbólica, académica, pragmática y subordinada incondicionalmente al norte, por ello su primer acuerdo para conformar su gabinete fue incorporar a figuras políticas de La Concertación; la duda que muchos tuvimos fue si era un acuerdo de gobernabilidad o el inicio de la transición al centro: fue la transición, pero a la derecha.

La estructura estatal los absorbió, las autoridades del gobierno se funcionalizaron al sistema que tanto cuestionaron electoralmente, se convirtieron en la izquierda que la derecha desea y necesita.

Sin ruborizarse y sin mayores diferencias con la extrema derecha regional y europea, Boric y Vallejos descalificaron el triunfo de la Revolución Bolivariana; en ese su rol utilitario, las derechas políticas y mediáticas los presentan como la voz que representa a la democracia y a la izquierda.

En esa sintonía ideológica, Milei, en su visita a Chile manifestó: “para nosotros Chile ha sido un claro ejemplo de lo que hay que hacer… por su política económica innegociable que ha perdurado pese a los cambios de signo político”.

Para validarse, el sistema hegemónico imperial construye a su imagen y semejanza los diferentes actores políticos que pueden ser críticos al sistema, pero al final del túnel son la luz que re-ilumina el colonialismo capitalista que sojuzga a nuestro continente.  

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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