Crónica de una normalización monetaria…
Hay que ser cuidadosos en los análisis sobre los efectos en la economía mundial
Los anuncios de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) en mayo de 2013, sobre la reducción de sus compras de activos financieros, tuvieron un impacto inicial relevante en los mercados financieros y en la salida de flujos de capital en los países emergentes, lo que llevó a algunos colegas a relanzar proclamas sobre la crisis mundial y sus efectos devastadores, como venían anticipando hace seis años en países como Bolivia dependiente de exportaciones de materias primas.
Sin embargo, a fines de 2013 los efectos del anuncio del Fed fueron estabilizándose, mantuvo baja su tasa de interés y continuó para 2014 en forma programada y anticipada la reducción de la compra de activos. Por una parte, el FMI afirmó el 2 de abril de este año que la economía mundial está mejorando aunque a distintas velocidades y estaría dejando atrás la “gran recesión”.
Por otra parte, el BID en su último informe, La recuperación global y la normalización monetaria, señala que la aceleración del crecimiento global hoy podría ser más intensa de la inicialmente prevista, y que “si efectivamente una normalización monetaria se produce tal y como está siendo anticipada hay sólidas razones para pensar que América Latina y el Caribe se beneficiarán como consecuencia de la recuperación mundial”.
Estos dos informes recientes nos muestran que hay que ser cuidadosos en los análisis sobre los efectos en la economía mundial y en un país de la medida del Fed en mayo pasado. Los efectos fueron amplificados inicialmente por la sobrerreacción de los mercados financieros, pero posteriormente fueron estabilizándose a fines de 2013, aunque no así los presagios de algunos economistas.
Así, los impactos de los shocks externos en el país son distintos. Por ejemplo, durante la crisis de los años 30 su impacto fue duro dado que el 90% de las exportaciones era de estaño, o en los años 80 con la crisis de la deuda y la caída de los precios de los minerales. O con la crisis mexicana durante la salida no anticipada de las tasas de interés en Estados Unidos, como también en los casos de las crisis financieras en tiempos de la globalización como sucedió con la crisis asiática, rusa y brasileña y la gran crisis financiera y del comercio en 2008.
Pero tampoco hay que creer que la economía boliviana sea inmune a los shocks externos, sino que hay que diferenciar los mecanismos de transmisión de las crisis; si son financieros o de precios y, como señala el BID, de los factores de vulnerabilidad como los déficit externos y fiscales.
En el caso de los efectos de la normalización financiera en Estados Unidos su mecanismo de transmisión fueron las “paradas súbitas” y salidas de los flujos de capital financieros de corto plazo. En el caso de Bolivia, en 2013 respecto a 2012, aumentó la salida neta de capitales de corto plazo en $us 251,9 millones y se incrementó la inversión de cartera en $us 68,4 millones dando un total de $us 320,3 millones de incremento en la salida neta de capitales de corto plazo, equivalentes al 1% del PIB.
Una lección que tiene que aprenderse es que los shocks externos tienen impactos distintos en cada uno de los países de la región y que, como dice el BID, “buena parte de los países de la región han recobrado la capacidad de influir en el destino de sus economías”. Además, depende de sus condiciones institucionales y fundamentos macroeconómicos, y en este marco hay que revalorizar los fundamentales de la economía boliviana: los equilibrios interno, externo y fiscal y el colchón elevado de sus reservas monetarias.