Mr. Barack Obama
La construcción de Estados Unidos fue gracias a los millones de inmigrantes
Me permito escribirle la presente carta, aunque sé que la probabilidad de que la lea es cero, es decir, que estadísticamente se trata de un suceso imposible; sin embargo, a pesar de estar consciente de ello, le escribo estas líneas como si vaya a leerlas.
Quisiera comenzar señalando que creo conveniente, especialmente en las actuales circunstancias, recordar que la construcción de los Estados Unidos de Norteamérica fue gracias a los millones de inmigrantes que llegaron, procedentes de todo el mundo, con la esperanza de encontrar una tierra de libertad y, ciertamente, gracias a ellos hoy Estados Unidos es lo que es. Soy un convencido, señor Presidente, de que no fueron las acciones del Estado ni las visiones socializantes las que hicieron grande a su país; por el contrario, fue la libertad que entonces prevalecía, el respeto a los derechos individuales y el valor de todos los que llegaron allí escapando de las tiranías, en busca de una tierra de libertad y oportunidades, quienes lograron edificar la nación del norte.
El poema grabado en la Estatua de la Libertad, allí en Nueva York, queda como una memoria viva de aquellos días cuando se comenzó a edificar un país sobre las ideas legadas por quienes lo fundaron. Allí, textualmente se lee: “Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres, a vuestras masas hacinadas, anhelando respirar en libertad. Al desamparado desecho de vuestras rebosantes playas. Enviadme a éstos, a los desamparados, a los sacudidos por las tempestades. Yo elevo mi faro junto a la puerta dorada”.
Como usted sabe, señor Presidente, muy cerca de su actual residencia, en el West Potomac Park, se erige el Jefferson Memorial, donde en letras grabadas en piedra uno puede leer: “He jurado ante el altar de Dios hostilidad eterna contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre”, como recordando a todo aquel que lo visita, que es responsabilidad de Estados Unidos el iluminar al mundo con las ideas de la libertad. Personalmente le confieso que en todas las ocasiones que tuve la oportunidad de visitar este majestuoso monumento y leer la frase referida, sentí una verdadera emoción al pensar que si sobre ella se edificara la sociedad, construiríamos un mundo mejor para nuestros hijos.
Con la esperanza de que el Creador le proporcione la iluminación y la fuerza para hacer que Estados Unidos vuelva a ser aquel país que llenó de fascinación y admiración a Alexis de Tocqueville y Ayn Rand, tengo el agrado saludarlo expresándole mi más profundo respeto.
Que Dios lo bendiga.