La CAN languidece
El que fuera un proceso de integración dinámico y pionero en América está hoy en día en crisis.
La Comunidad Andina de Naciones (CAN), que nació en 1969 con el nombre de Acuerdo o Pacto de Cartagena (fue en esa ciudad de Colombia donde se firmó el acuerdo) y posteriormente se transformó en una “comunidad de Estados”, se encuentra en una etapa de languidecimiento, en la que las iniciativas y mecanismos de integración se han adormilado. El que fuera un proceso de integración dinámico y pionero en América está hoy en día en una franca crisis. ¿Cuál es la explicación a lo que está sucediendo en el seno de la CAN? Probablemente sea la falta de voluntad política de los Estados miembros para realizar un avivamiento de la institución integradora, o quizás el hecho que ante el abandono de la República Bolivariana de Venezuela la CAN sintió que su futuro se veía seriamente comprometido. También cuenta el renovado entusiasmo con el que países del cono sur como Brasil, Argentina y Bolivia han recibido la idea de fortalecer el Mercosur, lo que ha redundado en la crisis de la CAN.
La coyuntura de las relaciones entre Estados en Suramérica ha provocado el nacimiento de varios otros acuerdos o pactos integracionistas. El Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas), la Unasur (Unión de Naciones de Suramérica) y la Alianza del Pacífico. A ello hay que sumar el Mercosur y también la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), germen de un futuro organismo que una a los países de América Latina y el Caribe, pero sin la presencia de Canadá ni EEUU, países que en cambio sí forman parte de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Volviendo a la CAN, la importancia de esta organización y los acuerdos que se adoptaron en su seno son elocuentes. Se aprobaron cientos de decisiones con carácter de norma supranacional. De hecho nació el concepto de Derecho Comunitario de manera paralela al del sistema europeo de integración hoy plasmado en la Unión Europea. Se construyó un arancel externo común (que utilizan hoy los cuatro países de la Comunidad) y se erigió el Tribunal Andino de Justicia para dirimir conflictos entre Estados y entre empresas que vinculan a dos o más naciones.
En el campo económico, Bolivia y Ecuador, países considerados de menor desarrollo que el resto, obtuvieron beneficios y las exportaciones de sus productos tuvieron un trato preferencial. Nuestro país aprovechó esas facilidades y amplió sus exportaciones de soya y derivados al mercado andino. No hay duda de que la CAN amplió el abanico de intercambio comercial, pero su ralentización política es preocupante.
Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia deben remontar esta etapa difícil de la CAN, para ello hace falta un motor dinamizador, rol que bien puede jugar Bolivia, pues nuestro país ya no es el Estado famélico y de escasa importancia económica que fue en las décadas del 70, 80 y 90. Bolivia además se ha caracterizado por ser un país de vocación integracionista y su posición geográfica es un factor adicional para cumplir esa tarea. La construcción del andamiaje administrativo, jurídico e institucional de la CAN puede y debe ser aprovechado. La dimensión del intercambio económico entre Perú y Bolivia y entre Colombia y nuestro país debe servir de ejemplo para ampliarlo también al Ecuador. Y no debe descartarse en el futuro el retorno de Venezuela al seno de la CAN, rol en el que Bolivia también puede desempeñarse.
Todo ello sin dejar de trabajar en otros mecanismos como el Mercosur. Bolivia necesita también proyectarse en la cuenta del Plata. Pero sin lugar a dudas, si los países miembros de la CAN dejan que esa organización continúe en la etapa de enfriamiento del ritmo de integración podrían ser los autores de una estocada que le inflija una herida de la que no pueda recuperarse posteriormente.