Las disculpas del ‘loco Percy’
El Alcalde de Santa Cruz de la Sierra acusa un serio problema de incontinencia manual/verbal
El cinco veces alcalde electo de la ciudad más poblada del país, Percy Fernández Áñez (hijo de don Genaro y de la señora Piedades), dice que está arrepentido. Tan compungido está el hombre que pidió disculpas. ¡Públicas! Es la primera vez que lo hace. Luego del bochornoso episodio de acoso sexual contra una periodista, la autoridad edil declaró su “profunda indignación”. No es para menos. A nadie le gusta que le digan de todo, amenazas incluidas, por un hecho “distorsionado”. Veamos.
En febrero Fernández cumplió 75 años. Largo tiempo desde que, en su infancia, fue monaguillo y, en la adolescencia, basquetbolista. Luego se dedicó a la ingeniería civil. Y consagró su vida adulta a la política y la función pública (senador, ministro, concejal, alcalde). Eso al menos asegura su biografía oficial. Lo que no cuenta, claro, es que “el loco Percy” (como le dicen) ha cultivado en el último tiempo una irreprimible afición por el manoseo de mujeres.
El asunto es preocupante. Y es que además de sus sonadas ocurrencias, el Alcalde de Santa Cruz de la Sierra acusa un serio problema de incontinencia manual/verbal. Ahí está Percy, en actos públicos, tocando las nalgas de su concejal, pellizcando a la secretaria departamental, besando por la fuerza a una funcionaria… Faltaba que sujete el muslo de una periodista. ¿Se imaginan lo que hará este individuo puertas adentro, en su oficina por ejemplo, cuando no hay cámaras?
Volvamos a las “sinceras disculpas” de Fernández. Las expresó mediante una carta enviada a la periodista agraviada (y los suyos). La misiva es una pieza de antología. ¿Por qué pidió disculpas? No por su acoso sexual, que califica de “sacado de contexto” y “completamente irrelevante” (sic). Reaccionó ante una campaña mediática destinada a manchar su imagen pública: “una maniobra del más bajo nivel político”. ¡Qué tal! O sea que Percy, además de incontinente, es un cínico.
Pero la cuestión va más allá del singular personaje. Claro que los reiterados ejercicios de abuso y violencia por mano/boca de Percy tienen que ver con una posición de poder. Pero además son la expresión, ramplona, de lo que Argirakis bien define como “una estructura política (la de Santa Cruz) vieja, obsoleta y conservadora”. Una estructura a la cual pertenece y de la cual se nutre el valorado Alcalde. Una casta/estructura que no solo propicia sus actos, sino que los protege y festeja.
Más todavía. Luego de calificar su última “hazaña” como “una situación creada de forma malintencionada” por personas y medios que quieren perjudicarlo, el Alcalde lamenta el mal rato que, “supone”, están pasando la periodista y su familia. Supone a medias. Las mujeres que Percy toquetea no solo tienen que digerir el “mal rato”, sino la difusión ad nauseam de las imágenes. Los telediarios y las redes sociales se encargan con detalle/ventaja de prolongar la humillación.
Así ha ocurrido en este episodio. Con algunos ingredientes reveladores en Facebook. Más allá de la saludable indignación contra el Alcalde y la solidaridad con la periodista, no pocas mujeres condenaron su “pasividad” ante el agresor. “Si a mí me hubiese tocado —imaginaban—, Percy estaría en el hospital”. Falta que ahora la culpable, por omisión, sea la acosada. Y encima con un rústico tinte regional: “es que ellas (las cruceñas) se dejan”. Ufa.
Los hombrecitos también tuvieron lo suyo. Ante el airado mensaje del esposo de la periodista que, para no explotar, exigió disculpas públicas al Alcalde, varios activistas del click cerraron filas: “estamos contigo”. Y de pronto los mensajes viraron hacia una razón propietaria: tienes que defender a “tu” mujer / si hubiesen tocado a “mi” mujer…
Es evidente que esta historia se alimenta no solo del impresentable Percy, la protección del entorno, la complicidad del “respetable público”, el morbo mediático y una caduca estructura política, sino también de siglos/sobredosis de machismo y patriarcado.