G77+China: horizontes emancipatorios en Bolivia
Requerimos un nuevo orden económico mundial que se sustente en la dignidad de los pueblos
Quienes piensan que la pobreza es un destino fatal para los países que estamos al lado sur del planeta Tierra tienen en Bolivia un ejemplo extraordinario de que esa idea es parte del arsenal ideológico que usan los nortes para evitar un nuevo orden económico mundial.
Bolivia es hoy un ejemplo de crecimiento económico basado en la recuperación de los recursos naturales. Con razón, Eduardo Galeano señalaba que “los países que son dueños de sus recursos naturales son países ricos, y lamentablemente son pocos”. Bolivia está entre los pocos, la pobreza no es un destino fatal. Y es que tanto el desarrollo desigual y combinado como la distribución desigual de la riqueza que se produce socialmente constituyen los dos vectores que explican la pobreza de unos y la riqueza de otros.
La economía mundial se mueve al ritmo de la reproducción ampliada del capital, un capitalismo que a estas alturas ha demostrado ser (como dicen los economistas alemanes) un killer kapitalismus (capitalismo asesino), un asesino en serie, un genocida loco. Por el otro lado, por el lado de las economías locales, la distribución de la riqueza que se produce socialmente se realiza de modo desigual e injusto, de tal modo que las mujeres, los niños, los adultos mayores y los pueblos indígenas (tal como lo reconocen sendos estudios de las Naciones Unidas) son los que pagan los platos rotos, los que tienen que financiar la riqueza ajena que disfrutan los del norte (aunque a estas alturas Europa está pagando el costo de su propia gula y EEUU ha perdido el control de su economía).
La pobreza no es un destino fatal, ni la riqueza el resultado exclusivo del ahorro y el trabajo, como nos dicen los manuales de economía para ingenuos, sino un orden económico injusto, asesino y genocida. Este orden económico, que regula a la vez que favorece las tasas de ganancia de las grandes transnacionales y las potencias económicas del mundo, no mira a los pobres. En realidad, para las cifras de sus estudiosos y economistas, los pobres son una cifra más entre muchas, cifras descartables para colmo. Este orden económico ya le ha mucho daño al planeta Tierra, que está pronto a convertirse en planeta basurero. No se puede continuar así, no es aceptable que un revolucionario o una revolucionaria admitan el paso de los días sin combatir tenazmente este orden injusto y desigual.
La Cumbre del G77 + China, que se está llevando a cabo en Santa Cruz de la Sierra, se constituye en un espacio político fuerte para los horizontes emancipatorios que provienen de los sures. Ciento treinta y tres países, que constituyen dos tercios del planeta (con sus diferencias), apuestan por la dignidad de la humanidad entera, tal como en sus orígenes aconteció allá por 1964, incluida la presencia del Che Guevara.
El G77 constituye un espacio emancipatorio e insurgente no solo por los países que lo componen, sino además por el locus ideológico en su interior. Por ello, no es un lugar más entre los tantos que tienen las Naciones Unidas (la OEA o la UE), sino uno que por la cantidad de miembros puede direccionar las políticas generales de la ONU, y con ello construir un nuevo escenario de combate contra el capitalismo.
No se puede hacer cambios sustanciales sin construir los escenarios territoriales. Hoy se está construyendo ese espacio intergubernamental, y es uno que llevará las tesis de Bolivia para el mundo. La pobreza no es un destino fatal, requerimos un nuevo orden económico mundial que se sustente en la dignidad de los pueblos y las personas, la igualdad del género humano, la paz como política global y la convivencia en armonía con la Madre Tierra.
El capitalismo no es el camino, nunca fue el camino. El capitalismo es el principal problema que el G77+China puede perforar a la vez que ensanchar la fisura abierta hace 50 años, una fisura que apuesta por el género humano y no por el dios dinero.