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Desazón bancaria

Se percibe desencanto y molestia en algunos ciudadanos frente a las expectativas que tenían.

/ 29 de junio de 2014 / 04:00

Cuando para nadie son desconocidos hoy los créditos de vivienda de interés social que ofrecen los bancos (luego de tanta publicidad), tampoco son desconocidos los sinsabores con los que se tropieza antes de un desembolso. Y aunque las reglas no solo para éste, sino para los distintos tipos de crédito están dadas, es necesario reflejar aquellos bemoles entre banco y prestatario que de pronto matan o hacen decaer las ilusiones de la gente.

En principio, y a propósito del 15 o 20% de aporte propio que piden las instituciones bancarias a los solicitantes del crédito de vivienda mencionado, ocurre que cuando una persona o una pareja se esmera en ahorrar dicho porcentaje y luego va al banco para financiar el resto, se estrella con la frase: “con lo que usted gana, solo le podemos prestar X monto”, es decir una quinta, tercera parte, o la mitad de la cantidad requerida. ¿Y de dónde conseguirán el resto estos ciudadanos si con sacrificio lograron reunir ese 15 o 20%? Aquel detalle tan determinante debiera estar claro en la publicidad que se difunde.

Pareciera que solo aquellos que ganan sumas importantes pueden optar a este tipo de préstamo. Pero, ¿serán ellos las personas a las que se buscaba beneficiar? O como gran parte de la población no alcanza altos ingresos, ¿deberá buscar terrenos o casas ubicados en el “fin del  mundo” para obtenerlos a un precio irrisorio y por tanto “accesible”?

En el caso de los documentos de un inmueble exigidos como requisitos por las entidades financieras, éstas no consideran lo engorroso o casi imposible que resulta obtener algunos de ellos, ya que existen, por ejemplo, zonas íntegras que no están saneadas o dueños sin papeles al día. A fin de no perder la oportunidad de compra, se debiera flexibilizar y considerar ciertas situaciones.

En el caso de los créditos de consumo, la barrera en algunos bancos es el garante. Hoy nadie quiere serlo porque como tal se le cierran las puertas para un préstamo o ya tiene uno, o es garante de otra persona, o gana un monto inferior. ¿Por qué depender de este escaso personaje y no analizar otras alternativas?

También en ciertas entidades financieras es notorio el poco valor que se le da a que ambos esposos trabajen, pues en lugar de ser un punto a favor para prestarles más dinero, predomina el criterio de que el cónyuge solo es un codeudor.
Así, se percibe desencanto y molestia en algunos ciudadanos por no sentirse dignos de confianza, pese a haber sido buenos pagadores. ¿Y los beneficios de la famosa lista azul?

No se busca desmerecer el hecho de que el Gobierno quiera facilitar vivienda a todos, pero los vericuetos y las exigencias bancarias antes de llegar al desembolso desgastan y desaniman a los beneficiarios.

Lo mejor será que la gente no se deje marear la cabeza con tantas ofertas llamativas y se informe primero muy bien, para tener claro desde el principio que habrá muchas murallas que rebasar.

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Entre…líneas

¿Por qué no se hizo estudios de demanda antes de trazar la ruta de los cinco ramales adicionales?

/ 5 de julio de 2015 / 04:00

El 14 de julio de 2014, luego del anuncio del presidente Evo Morales sobre la ampliación de las líneas del teleférico, muchos vecinos de las villas Copacabana, San Antonio y Armonía se alegraron de que un ramal de ese sistema por fin daría solución a sus cotidianos problemas de transporte. Sin embargo, otros, como los de Pampahasi y los sectores que lo conforman, se quedaron con la desazón de no haber sido incluidos en un proyecto tan importante, dado su crecimiento poblacional.

Hoy, pese al enorme paliativo que significan los buses PumaKatari para la ladera este, tal servicio ha quedado chico frente a las necesidades de vecindarios cada vez más habitados. El transporte terrestre en esta área, al igual que muchas otras de la urbe, se ha convertido en una pesadilla, pues pasar en minibús o en bus el Cruce de Villas o el puente de la avenida Pazos Kanki para llegar al trabajo o dejar a los niños en el colegio es toda una hazaña. En horas pico, basta ver durante todo el trayecto de la avenida principal que conecta a Pampahasi con Miraflores los grupos de personas apiñadas en cada esquina, levantando vanamente la mano para que el transporte público pare y las recoja. ¿A qué hora terminará llegando esa gente a su fuente laboral?, ¿cuántas veces a la semana los niños serán castigados por retrasarse en su ingreso?, ¿cuántos trámites, audiencias, consultas, reuniones y otros se pierden, son cancelados o pospuestos debido a que un ciudadano no llega a tiempo? Sin duda se podrían escribir miles de historias.

En este momento, cuando han surgido dos bandos a favor y en contra del trazado de la Línea Blanca por su grado de utilidad, surgen ciertas preguntas: ¿por qué no se hizo estudios de demanda antes de trazar la ruta de los cinco ramales adicionales del teleférico, para detectar las necesidades más sentidas de la población respecto a transporte?, ¿por qué no hubo mayor difusión de los impedimentos geotécnicos u otros para la habilitación de un ramal en la ladera este y así no alentar esperanzas en los vecinos?

Solo ahora, luego de la reunión de siete horas y media del jueves anterior entre la Alcaldía, representantes de Mi Teleférico y el Ministerio de Obras Públicas, se decidió hacer un estudio de demanda, cuando en realidad se debió empezar por ahí.

En el caso de Miraflores y la Línea Blanca, queda claro que no se puede “encajar” a la gente más transporte del que tiene, ni destruir el patrimonio y paisaje urbanístico existente; tampoco se puede dejar a los niños y jóvenes sin los pocos parques, plazas y áreas verdes que tiene La Paz.

Y si se termina de probar que no hay las condiciones de seguridad para la habilitación de un ramal en la ladera este, que esos recursos sean encaminados a villas o zonas que realmente los necesiten.

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Ruido a domicilio

Lo que se observa es una indiferencia total a los problemas nerviosos que acarrea ese bombardeo sonoro

/ 10 de marzo de 2013 / 04:00

Desde hace un tiempo la paz de la que medianamente gozaban las familias en sus hogares ha sido anulada por una serie de sonidos     —mejor dicho ruidos— bastante molestos, que agobian sobre todo a las zonas que rodean a la ciudad de La Paz. En el caso del centro de la hoyada, éste vive en un caos habitual alentado por las permanentes trancaderas y marchas con petardos, un problema al que sin embargo los oficinistas y otros están acostumbrados para llegar a sus fuentes laborales. Empero, la tranquilidad anhelada por esta y otra gente en casa, hoy ha quedado en el olvido.

Y sí, a las bocinas de los carros repartidores de gas y los carros basureros lamentablemente se han sumado vendedores de arroz y azúcar en camionetas, y compradores ambulantes de muebles y artículos usados —estos dos últimos con megáfonos—.

A ese panorama hay que añadir el incremento de las fiestas patronales u otros eventos sociales que se organizan cortando calles y con potentes parlantes. También están las juntas vecinales que convocan tanto por la noche como muy temprano por la mañana a reuniones mediante altavoces; las marchas fúnebres que se hacen oír por parlantes para indicar que una persona falleció; alarmas ultrasensibles de coches; vehículos y motos cuyos escapes son muy sonoros, entre otros.

En el caso de los repartidores de gas, se ha hecho costumbre que éstos —quizá porque se hallan amedrentados para vender todas sus garrafas sí o sí— hostiguen a la vecindad con sus bocinas incluso hasta las primeras horas de la noche del sábado.

Así, lo que se observa es una indiferencia total a los problemas nerviosos que acarrea ese bombardeo sonoro, que ocasiona, entre otros, serios sobresaltos a personas de avanzada edad —quienes además ya están afectadas por otras enfermedades— y a bebés y niños que necesitan dormir.

Si bien los decibeles de los negocios en general se hallan regulados por la Alcaldía, las normas existentes son ignoradas casi por completo. Un ejemplo de ello es el incremento de los  locales de fiestas, que actualmente se abren en cualquier lugar y sin tomar en cuenta la tranquilidad de un barrio.

No cabe duda que el gran desafío es cómo lograr una concienciación real en la población sobre el derecho al descanso y la paz que tienen los demás.

Asimismo, se entiende que son muchas las cosas que la municipalidad debe controlar, pero quizá haya que empezar —o continuar con más fuerza, si es el caso— con la educación ciudadana y destinar más recursos a campañas permanentes que creen conciencia.

Esperemos también que desde la escuela, con el nuevo currículo que se aplica desde este año, los niños de hoy —adultos del mañana— hagan suya la frase “el respeto al otro es el respeto a uno mismo”.

Es comunicadora.

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