Carne y especulación
El país está enfrentando a una especulación de tipo oligopólico en el mercado de la carne.
Desde fines de mayo, se comenzaron a presentar problemas de abastecimiento de carne vacuna en los principales mercados de las ciudades del país. Entonces los carniceros responsabilizaron a los ganaderos y a los frigoríficos por el incremento del precio de la carne al por mayor y, consecuentemente, hicieron llegar sus protestas al Gobierno.
Todos estos sucesos tienen como telón de fondo, paradójicamente, una buena noticia: la declaratoria de Bolivia como territorio libre de aftosa, condición que nos abre la posibilidad de poder exportar carne vacuna.
El Gobierno respondió al conflicto, creemos, de manera poco clara. Al inicio, amenazando a los grandes productores con suspender los permisos de exportación de carne si no controlaban los precios en el mercado interno. Luego, dejando sin efecto la amenaza y más bien importando carne de los países vecinos.
Tal parece que el país se está enfrentando a un episodio de especulación de tipo oligopólico en el mercado de la carne. Unos pocos grandes productores, cuyos intereses están vinculados con el mercado externo, por un elemental principio de racionalidad económica están presionando el poder adquisitivo de las familias bolivianas, mientras aprovechan una ventana de oportunidad para beneficiarse de la situación favorable de precios en el mercado interno. Esto, fuera del hecho de que en año electoral cada cual intenta arrancar un pedazo de torta más grande del que le corresponde por su contribución.
Fuera de los aspectos especulativos, encontramos muy pocos elementos de peso que nos permitan explicar este particular fenómeno de desabastecimiento del mercado interno, en medio de un entusiasta esfuerzo exportador. Evidentemente las devastadoras inundaciones que sufrió con particular intensidad el departamento del Beni tuvieron un efecto negativo sobre la actividad ganadera. No obstante, gracias a los datos recientemente publicados, sabemos que, como consecuencia de las inundaciones, se perdieron 8 millones de cabezas de ganado, según estimaciones de los propios ganaderos, cifra que representa solamente el 4% del total. Por tanto, ciertamente no nos enfrentamos a un cuello de botella por el lado de la oferta.
Si bien es cierto que el anuncio gubernamental de importar directamente carne vacuna de los países vecinos ya generó algunas reacciones de tranquilidad, no deja de extrañarnos la particular experiencia de vivir en un país que tiene carne más que suficiente para abastecer a su gente y, además, queda excedente para exportar, pero que por otro lado se ve obligado a importar carne para poder contar con la cantidad requerida de este alimento dentro de sus fronteras. ¿No sería más sencillo impedir la exportación de carne mientras no se estabilicen los precios en el país?