Felicidad
Los butaneses son felices de verdad porque viven una profunda espiritualidad
El Gobierno Municipal de La Paz acaba de lanzar el Primer Congreso Internacional de la Felicidad, que busca identificar nuevas políticas urbanas y medir la Felicidad Interna Bruta (FIB en español, GNH en inglés) de la población. Escuchando hablar a una de las conferencistas sobre la felicidad, con una sonrisa pegada al rostro como la del Guasón, decidí analizar el tema como lo que soy: un “hosco habitante del páramo”.
La FIB fue una genialidad de un rey del pequeño reino perdido en el Himalaya: el Bután. Su majestad, harto de recibir críticas sobre su bajísimo Producto Interno Bruto (PIB), que solo mide competitividad económica y financiera, replicó esos valores creando uno basado en la felicidad y la paz interior de sus habitantes. Su lógica era simple: el dinero no hace la felicidad; y contra el dictamen de Occidente midió los valores de su población, que apenas llegan al millón de habitantes, que viven en pequeños pueblos diseminados en paisajes idílicos. Resultado: Bután es el pueblo con la más alta FIB del planeta.
Cultores de un budismo extremo y aislados del mundo, los butaneses resistieron a la influencia occidental (recién hace 15 años tienen televisión e internet) viviendo básicamente de la agricultura. Abreviando el rollo, los butaneses son felices de verdad porque viven una profunda espiritualidad, alejada del mundanal ruido.
El índice FIB cogió fama y muchos países occidentales ya lo están midiendo. Ahora llega a nuestra ciudad, tan vapuleada por sus alegrías y amarguras, y me pregunto cómo medirán la FIB en esta sociedad tan colonizada en el cuerpo y el alma de sus gobernantes y gobernados. Nos encanta el billete y somos una sociedad más del consumo periférico. Y todos, casi sin excepción alguna, no paramos de comprar o de desear el último 4×4 nuevo o chuto, la última Tv plasma, la chamarra fashon de segunda mano, el último smartphone o el más largo teleférico del planeta.
Según los hinduistas, la base de la felicidad es la paz interior, y ésta se logra con “la liberación del sufrimiento y la superación del deseo”. Nosotros, más allá de las declaraciones milenaristas de estos tiempos, hacemos escarnio de esos temas. Nos encanta exponer públicamente nuestras llagas y demostramos superlativamente cuanto poseemos, como canta el Papirri: ahora que tenemos, bien le cascaremos.
Aparte del cómo, me preocupa también cuándo nos medirán la FIB, en qué preciso momento ¿al salir de Chaplin Show o después del zapping cotidiano por los telenoticiosos?, ¿al salir de una preste o al escapar del centro a mediodía en medio de gases y petardos? Por mi parte, como estoy con un bajo nivel de endorfinas, responderé al cuestionario farfullando por una barra entera de chocolate que tendré en la boca.