El ciclo que se inicia en la economía mundial se caracteriza por un cambio profundo en las condiciones estructurales de la producción, el comercio internacional y el empleo. La etapa inmediata, que ya se encuentra en pleno despliegue, consiste en una transición de duración incierta, acompañada de grandes tensiones y conflictos que combinan elementos económicos, sociales y geopolíticos.

En la esfera de la producción, la innovación tecnológica incesante trae consigo cambios organizacionales que reducen el número de operarios, y en algunas ramas industriales retoman la estrategia de la robotización. Esto se acompaña por lo general con la dislocación geográfica de componentes del proceso productivo hacia países con costos laborales más bajos a igual productividad que los prevalecientes en los centros industriales. Como consecuencia de todo eso, cambia la dirección de las corrientes principales del comercio internacional. La antigua división internacional del trabajo entre economías industriales del norte y economías primarias del sur ya ha sido reemplazada en realidad por un flujo de intercambios comerciales entre industrias localizadas en las economías del norte, por un lado, y grandes corrientes comerciales sur-sur, entre China y países de Asia, África y América Latina, por otro.

La repercusión inmediata de tales transformaciones sobre las condiciones del empleo están bastante bien identificadas. Las innovaciones tecnológicas y el traslado a otros países de ciertos componentes del proceso productivo reducen significativamente el nivel de empleo en la industria manufacturera, al mismo tiempo que se abren nuevas fuentes de trabajo en las economías receptoras de la dislocación y fragmentación de la producción. Nótese que la generación de nuevos empleos ocurre en países distintos de los que han registrado la contracción del empleo. Así se explica en parte la situación del desempleo en algunos países de Europa del sur.

La emergencia de China en la economía mundial ha traído consigo adicionalmente fuertes presiones sobre la composición del empleo en las economías de América del Sur, que se han reprimarizado; mientras que las de México y Centroamérica han perdido mercado en Estados Unidos.

El efecto combinado de las innovaciones tecnológicas y las nuevas corrientes del comercio internacional consiste en una disminución neta del empleo en la economía mundial, que se distribuye por supuesto de una manera muy desigual entre las distintas economías del norte y del sur. Resulta por demás claro que la inserción internacional mediante la exportación de productos primarios es absolutamente desfavorable, incluso para los países que disponen de poderosas palancas geopolíticas.

Una vez que todos parecen coincidir en Bolivia en que se requiere una nueva estrategia de desarrollo, conviene proponer algunas ideas para iniciar el debate. En principio, la superación estructural de la informalidad, la precariedad laboral y la consiguiente baja productividad son la condición necesaria para reducir en verdad la pobreza. La estrategia de reconversión productiva para el empleo digno necesita de un marco normativo apropiado. Algo se ha avanzado en el pasado inmediato en ese cometido, pero las etapas siguientes son particularmente complicadas, puesto que se trata de formular en consenso sustantivo entre el Gobierno, los trabajadores y los empleadores una visión de horizonte largo sobre la arquitectura económica deseada, así como las políticas correspondientes. Para llegar a ese punto hace falta sin embargo que se constituyan los protagonistas institucionalizados del diálogo social, con credenciales idóneas de representación y potestad negociadora vinculante.

Es  economista.