Bolivia, país acuático
El 31% del territorio boliviano está compuesto por humedales, que están seriamente amenazados.
En una simbiosis constante, la Cordillera de los Andes y los extensos llanos orientales generan formas de vida en una gran diversidad de ecosistemas terrestres y acuáticos. Este último abarca el 31% del territorio boliviano; es decir que 34 millones de hectáreas están sumergidas en agua al menos durante un semestre al año, producto de las inundaciones concentradas mayormente en la Amazonía y el Pantanal.
Este fenómeno siempre ha sido un proceso natural. Las inundaciones alimentan lagunas y meandros, propiciando la reproducción de peces e iniciando la cadena alimenticia para una gran diversidad de animales y plantas; posibilitando además la seguridad alimentaria de pueblos indígenas, comunidades campesinas y de la ciudadanía en general.
Hace poco, el 2 de febrero, se celebró el Día Mundial de los Humedales, en virtud al convenio Ramsar, del cual el Estado boliviano es signatario, y uno de los miembros más de mayor relevancia. Pues Bolivia es considerada la nación con mayor extensión de humedales de importancia mundial, con más de 14,8 millones de hectáreas en 11 sitios Ramsar, declarados por su rol hidrobiológico y disponibilidad de agua dulce. Estudios científicos estiman que solamente en la Amazonía boliviana existen más de 1.000 especies de peces diferentes, representando casi el 10% de las especies de agua dulce del mundo.
Contrariamente a su valor, los humedales están afectados por diferentes presiones. La expansión agropecuaria es uno de los mayores riesgos contra su preservación. Es el caso del sitio Ramsar Laguna Concepción, que está reducida en superficie y afectada por contaminantes agrícolas. Por otro lado, la construcción de las hidroeléctricas en el río Madera de Ribeirao (en la frontera Brasil-Bolivia) y Cachuela Esperanza (Pando) es asimismo una amenaza mayor. Ambos proyectos han sido cuestionados por su incompatibilidad topográfica y una serie de impactos ambientales, no obstante estas obras aún no se han descartado.
Está claro que la inundación ocurrida en la pasada gestión convirtió a la llanura beniana en un inmenso lago, formando un espejo de agua de 60 km de ancho en inmediaciones del río Mamoré, afectando a más de 58.000 familias. Esto porque las aguas del río Madera ya no drenan naturalmente y por el reflujo causado por las represas de Jirao y San Antonio, construidas recientemente en Brasil. Este hecho debe generar una profunda reflexión en gobernantes y ciudadanos para reconsiderar las políticas actuales en el marco de la generación de energía versus costos socioambientales.