Ajuste del crecimiento
La historia ha demostrado que centrar el desarrollo en las materias primas no es una buena apuesta.
Al transcurrir tan solo dos meses de la presente gestión, el Gobierno ajustó a la baja sus proyecciones de crecimiento de la economía nacional para la gestión 2015, del 5,9% al 5,0%, bajo el argumento de que el sector privado va a invertir menos de lo que las autoridades del Gobierno habrían estimado.
La actual administración se ha favorecido de los precios altos de las materias primas desde la primera vez que se hizo cargo del Gobierno. Y si bien la historia económica del país ha demostrado en diversas oportunidades que centrar el desarrollo y el crecimiento de la economía en la explotación de materias primas no es una buena apuesta, resulta que en la gestión 2014 la venta externa de minerales e hidrocarburos llegó a representar el 82% del total de las exportaciones, cuando en 2005 representaban menos del 70%. No obstante, si haciendo caso omiso a la historia se pretende seguir apostando por las materias primas, para reducir los riesgos que ello implica, se debió al menos haber buscado nuevos mercados, generado condiciones para incrementar las reservas (de gas y minerales) y desarrollado la infraestructura necesaria a fin de compensar una eventual caída de los precios exportando mayores volúmenes a más mercados, lo que evidentemente no se hizo.
Por otra parte, durante todos esos años se aprovecharon muy poco los excedentes generados por las exportaciones de materias primas para desarrollar y diversificar el aparato productivo nacional y la oferta exportable. Por el contrario, el sector productivo viene soportando en los últimos años avasallamientos de tierras, prohibiciones a las exportaciones, controles de precios, permanentes incrementos en los costos laborales e inseguridad jurídica, entre otras situaciones, que en esencia han recaído en las empresas formales, aquellas que pagan sus impuestos y sus aportes laborales y que son las únicas que pueden realizar inversiones importantes, acceder a financiamiento para ello y crear y generar empleos sostenibles y de calidad.
Sin embargo ahora resulta que el ajuste a la baja en las proyecciones de crecimiento no se debe a la caída de los precios del gas, que están asociados al comportamiento de los precios del petróleo, ni a la excesiva dependencia que tiene la economía nacional de las exportaciones de esa materia prima, sino a la falta de inversión por parte de las empresas formales, algunas de las cuales, en la actual coyuntura, enfrentan caídas en los precios de sus productos, y todas ellas nuevos incrementos en los costos laborales y la competencia de productos importados más baratos provenientes de países cuyas monedas registran importantes depreciaciones respecto al dólar (caso Brasil, Argentina, Perú, Chile, entre otros).
Luego de varios años de precios favorables para las materias primas en los que no se hizo mucho por impulsar el sector productivo, se critica a las empresas formales de este sector por no invertir más en una coyuntura externa que ya no es favorable y en un ambiente que continúa siendo poco atractivo para ello. En todo caso, si a algún sector tendría que exigírsele mayor inversión, sin duda debería ser el sector informal, que cuenta con ventajas sobre el sector formal para sobrellevar la actual coyuntura, porque no será afectado por los controles de precios y prohibiciones, continuará sin asumir los mayores costos laborales y evadiendo impuestos, y seguramente aprovechará de un boliviano fortalecido para importar productos extranjeros más baratos, en desmedro de los productos nacionales.