La identidad cruceña ‘indeseable’
El pueblo cruceño está comenzando a entender que la libertad ideológica es inherente a la identidad
Transcurría la década de los cincuenta cuando empezó a forjarse la infamia de la identidad cruceña regionalista que la élite ultraderechista del oriente boliviano creó, mimetizándose con el indígena para robarle el poder que le había dado la revolución nacional de 1952.
Con el voto universal que incluyó al indígena, el padrón electoral del país subió de 125.000 a 1.600.000, gracias a este incremento, en 1956 el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) obtuvo el control del Congreso con una representación del 94%. Todos los parlamentarios del pueblo cruceño eran de la clase social que, al pasar de sirviente a autoridad, se convirtió en un elemento “indeseable” para la élite, la cual se negó a aceptar esa autoridad y prefirió crear una nueva identidad “camba” para incluirse en ella y utilizar la causa de las regalías petroleras para apoderarse, por las armas, del liderazgo político, como gobierno “moral”, o mejor dicho, de facto.
Legalmente, la defensa de las regalías estaba en manos de un Parlamento que cumplió a cabalidad, ya que sancionó la ley interpretativa del Código del Petróleo. No obstante el presidente Hernando Siles se negó a firmarla, porque la élite cruceña se oponía a que fueran los “elementos indeseables” del MNR quienes canalizaran esa reivindicación y tuvieran algo que ver con la administración de esa fortuna. Los grupos de choque de la élite desataron entonces una violencia que Siles reprimió sin ceder en su posición. Después de vencido el plazo para que el Primer Mandatario firme o vete la ley, ésta fue promulgada por el presidente del Congreso, a quien la élite cruceña detestaba. La izquierda le dio las regalías a Santa Cruz, pero la derecha de los “cívicos” escribió en su historia que fue obtenida en una confrontación armada de origen racial contra el colla centralista que se oponía a su progreso. Una infamia, desde todo punto de vista.
El MNR después traicionó a su pueblo, pero en 2005 llegó al poder el MAS de Evo Morales como un nuevo instrumento político, que puede finalmente empoderar al pueblo cruceño. Por un lado, la vieja mentalidad colonialista, regionalista, patriarcal, machista, racista, abusiva y “cruceñista” de los “cívicos” sigue aferrándose al poder; mentalidad en la cual ser “camba” significa votar por los “cívicos” y proyectar en el colla la infamia de la élite. Por el otro lado, aparecen las caras del nuevo proceso de cambio hacia una sociedad más próspera, justa e incluyente: Reymi Ferreira y Rolando Borda. El primero, un abogado sin mancha, exrector de la universidad estatal con probada vocación de servicio; y el segundo, un líder sindical, como lo fue Virgilio Vega Terrazas, el diputado que patrocinó la ley de las regalías petroleras pero que, al igual que los líderes de su Congreso, sigue olvidado por la historia de una élite que envenenó el alma de su pueblo y saturó la ciudad de monumentos a la infamia.
En ese ambiente no le ha sido fácil al pueblo cruceño descubrir la verdad, pero está comenzando a entender que la libertad ideológica es inherente a la identidad, así como también que puede optar por quedarse atrapado en el separatismo retrógrado de los “cívicos” o liberarse de una vez por todas. Ferreira y Borda son hombres que representan la lealtad para con el pueblo, y quieren terminar con el rechazo de la élite a la cooperación con el Gobierno central y con el desprecio a la legítima autoridad nacional por razones de racismo, clasismo, infamias, y por negarle el crédito de su aporte al desarrollo de Santa Cruz. Quizá es la hora de que el pueblo cruceño se atreva a ser gobierno, y no más la masa engañada que sirve al gobierno de su élite.