Una necesaria advertencia del Papa
La política más inteligente contra el calentamiento sería la más simple: un impuesto sobre el carbono.
El papa Francisco ha emitido una perspectiva esperanzadora con su encíclica sobre el medio ambiente. El documento es elocuente e inteligente, especialmente en su manejo de la ciencia. “La mayor parte del calentamiento global en las décadas recientes se debe a la gran concentración de los gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxidos de nitrógeno, entre otros) liberados, principalmente, como resultado de la actividad humana”, dice. “Al estar concentrados en la atmósfera, estos gases no permiten que el calor de los rayos solares reflejados por la tierra se dispersen en el espacio”.
Nunca he leído una descripción del mecanismo del calentamiento global en solo dos frases, tan lúcidas como éstas.
La encíclica no es nada prometedora. Pero, en realidad, hay cambios notables que podrían colocar al planeta en una senda mucho más sólida. Esto se puede percibir en la lectura de otro informe relevante emitido la semana pasada, que no dio tanto que hablar como la misiva del Papa: el informe especial sobre la energía y el cambio climático de la Agencia Internacional de la Energía (AEI). El informe señala que en 2014, la economía mundial creció 3%. No obstante, las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con la energía permanecieron fijas. Es la primera vez en 40 años que esto sucede. En ese mismo año, las renovables significaron casi la mitad de la nueva generación de energía y la intensidad de la energía mundial disminuyó dos veces, tanto como lo ha hecho en un promedio anual durante la última década. Con una acción concertada, podríamos empujar hacia abajo las emisiones globales en los próximos años.
¿Cómo? Bueno, hay una revolución en curso que está ocurriendo en la tecnología energética. El gas natural ha reemplazado al carbón en varios lugares. El costo de las celdas solares ha bajado de golpe, dando lugar a su utilización extendida. Autos, edificios y máquinas están utilizando la energía cada vez más eficientemente. Además, se puede observar a largo plazo el progreso en las baterías, el poder nuclear y en los biocombustibles, que podrían producir colectivamente un nuevo ecosistema energético. Sin embargo, la innovación por sí sola no es la que está estimulando el progreso y no será suficiente.
También necesitamos una revolución en la política pública. Fred Krupp, jefe del Fondo de Defensa del Medio Ambiente, señala que la mayoría de los avances realizados en la tecnología y en la eficiencia no hubieran sido posibles sin reglas y leyes. Asimismo, una serie de políticas acertadas, que no sean muy costosas o perjudiciales, podrían acelerar radicalmente el cambio a una economía más transparente.
En primer lugar, dejen de hacer daño. Incluso Bjorn Lomborg, escéptico acerca de varios esfuerzos para enfrentar el calentamiento global, sostiene que se debería realizar una reducción en los subsidios masivos que distorsionan el comercio para los combustibles fósiles. El AIE estima que en 2014 estos subsidios suman globalmente $us 510.000 mil millones, cerca de cuatro veces más que la proporcionada por energía renovable. “Todavía tenemos un largo camino que recorrer en la eficiencia energética”, comenta Krupp. “Los edificios desperdician el 30% de su energía. Y un dólar gastado en esta área usualmente equivale a un ahorro energético de entre dos y tres dólares”. Argumenta que el poder solar se podría difundir mucho más si los gobiernos no les debieran tanto a las empresas de utilidad pública a su falange de cabilderos. “Hay varias barreras no comerciales a las renovables colocadas a petición de los jugadores establecidos” dijo.
El gas natural es mejor que el carbón, pero su producción, transporte y uso libera cantidades significantes de metano, que causa efectos mucho peores en el clima que el dióxido de carbono. La buena noticia es que estudios serios han demostrado que estas emisiones se podrían reducir a un costo bastante barato con nuevas regulaciones. El presidente Obama ha llamado a reducir a la mitad las emisiones de aceite y gas metano de los niveles de 2012 para 2025. Krupp señala que si esto se realizase globalmente, tendría el mismo impacto en el clima en los próximos 20 años que si se clausuraran las plantas eléctricas de carbón.
La política más inteligente sería la más simple: un impuesto sobre el carbono; poner precio efectivamente a las emisiones de gas con efecto invernadero y apoyar a las empresas a adoptar tecnologías más limpias. Esto parece imposible de imaginar. Sin embargo, a principios de este mes, varias de las grandes empresas petroleras en Europa, demostraron estar a favor de un precio del carbono, ya sea a través de un impuesto o de un sistema de comercio de emisiones como aquel utilizado en California y Europa.
Se están llevando a cabo innovaciones en la tecnología y en la política; solo que no en una dimensión necesaria. Esta es la razón por la cual las advertencias del Papa son tan útiles e importantes, incluso para un optimista como yo.