Yuan devaluado
La devaluación del yuan puede afectar de manera indirecta a la economía nacional
La última semana dos hechos financieros agitaron aún más las turbulentas aguas de la economía mundial; el primero, la menor cotización internacional del barril de petróleo en los últimos seis años, con un precio que bordeó con vértigo los 42 dólares; y el segundo, la triple devaluación en tres días de la moneda china, el yuan, en 4,4% respecto al dólar estadounidense.
Muchas opiniones y sesudos análisis fueron vertidos respecto a la caída del precio del “oro negro”, que indefectiblemente afectará en el corto plazo a algunas cuentas nacionales (como el ingreso por la venta de gas a Brasil y Argentina), con la consecuente desaceleración en el ritmo de acumulación de las reservas internacionales y presiones en el déficit fiscal. Hasta aquí no hay muchas novedades, pero sí algunas preocupaciones. Sin embargo, la devaluación del yuan ahora se constituye en una nueva variable que debiera ser considerada para determinar el posible impacto en la economía nacional. En principio se debe evitar caer en el simplismo de señalar que China, como socio comercial, no tiene mayor relevancia en la balanza de pagos, dado el relativo bajo volumen de intercambio entre Bolivia y el gigante asiático.
En cuanto a las cifras, huelga señalar que el saldo comercial entre ambos países, según datos del INE, al primer trimestre de la presente gestión muestra cifras negativas que bordean los $us 330 millones de déficit, esto significa que Bolivia importa más bienes de China de lo que se exporta a la tierra de Mao. He aquí un primer punto de partida para formular algunas hipótesis de posibles efectos en el desempeño económico nacional en relación a la decisión cambiaria realizada por el Banco Popular de China.
Primero, dado que los bienes importados de China se “abaratarán” por el efecto devaluación del yuan y manteniendo la política de bolivianización con un tipo de cambio del fijo, entonces se esperaría que más bienes provenientes de las factorías chinas ingresen (de manera legal o contrabando) al país, presionando a que el saldo comercial se haga más deficitario, toda vez que las exportaciones bolivianas (materias primas) por el mismo efecto se encarecerían, profundizando el problema de la balanza comercial.
Segundo, un yuan devaluado presionará a que las monedas de los socios comerciales de primera línea para Bolivia (Brasil y Argentina) también devalúen sus monedas, para evitar que sus exportaciones pierdan competitividad, pues ambas naciones sí mantienen con China fuertes lazos comerciales; en consecuencia, un real y un peso argentino depreciados presionaría a que los productos manufacturados de ambos países arremetan con mayor fuerza en nuestros mercados, desplazando la magra producción nacional, además de posiblemente afectar los saldos comerciales con estos dos socios. Son conjeturas, y esperemos que la realidad sea otra.