Acuerdo de Cooperación Económica (TPP)
El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica es un acuerdo más geopolítico que económico
Acaba de consolidarse, bajo la batuta de EEUU y después de cinco años de negociación, un ambicioso tratado de libre comercio entre 12 países de la cuenca del Pacífico, de los cuales tres son latinoamericanos (Chile, México y Perú): el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Lo curioso es que no se sabe mucho sobre este famoso acuerdo, pues ha sido negociado “discretamente” para unos o en “secreto y a espaldas a la comunidad” para otros, e incluso, según la BBC de Londres, el texto final y el detalle de sus cláusulas todavía no se conocen por completo.
De acuerdo con algunas filtraciones y fuentes no oficiales, el acuerdo contempla 30 capítulos con el objetivo de regular un amplio número de temas, que van “desde el comercio de lácteos, hasta la regulación laboral, pasando por derechos de autor, patentes, inversiones estatales y medio ambiente”. Por tanto, la idea no es solo lograr el libre comercio de bienes reduciendo aranceles, que son bajos, sino que, al igual que la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTPI) entre Estados Unidos y la Unión Europea, busca la armonización y regulaciones específicas en temas más allá del puro comercio, como en el caso de la protección a inversionistas, la propiedad intelectual, el tema laboral y normas dizque para proteger el medio ambiente, así como los denominados temas horizontales que incluyen coherencia regulatoria, competitividad, desarrollo y pequeñas y medianas empresas.
Llama mucho la atención la inclusión de nuevos temas como armonizar las legislaciones sobre internet, lo que podría afectar su libre acceso; el caso de productos farmacéuticos, donde se pondrían obstáculos al acceso a los medicamentos genéricos, y las limitaciones a las inversiones estatales.
Los participantes denominan a estas inclusiones como de última generación, y aseguran que van a definir los acuerdos comerciales del siglo XXI; pero en realidad es un ALCA recargado, similar a los actuales tratados de libre comercio, pero con más y nuevas armonizaciones y regulaciones. Al respecto, los medios de comunicación, en lugar de informar y analizar, se limitan a sumar los datos poblacionales para “descubrir” que 800 millones de personas viven en el área del TTP, como si fuera un mercado único consolidado; y a sumar el PIB de los países miembros para encontrar que esta adición representa el 40% del producto mundial y un tercio del comercio internacional, como si se tratase de un solo país o hubiesen llegado a la fase máxima de la integración total. Es una mala contabilidad puesto que hacen lo mismo con otros acuerdos donde participan casi los mismos países duplicando sus datos de PIB, población y comercio. Por ejemplo, Chile ya tiene acuerdos con todos los miembros del TPP y tiene aranceles cero para casi el 100% del comercio que mantiene con Estados Unidos y Australia.
Por todo lo mencionado, el TPP es, en realidad, un acuerdo más geopolítico que económico, ya que el gobierno de Obama casi obligó la adopción del tratado para hacer frente al poderío creciente de China. De hecho señaló que “no podemos permitir que países como China escriban las reglas de la economía global”. Sin embargo, el tratado deberá continuar con su revisión legal antes que sea ratificado por los Congresos de cada país integrante, y se sabe que no solo el Partido Republicano ha señalado su oposición, sino también la propia Hilary Clinton. Además, han surgido movimientos de oposición al TPP tanto por su poca transparencia como por sus efectos; además los gobiernos que han negociado apresuradamente no tienen aún sus evaluaciones de costos y beneficios. Parecería que para algunos Estados TPP significa en realidad: Todo por papá.