De Bulnes a Insulza
El rol que puede jugar Insulza podría ser positivo para obtener lo que Bolivia en realidad pide
Érase una vez un hombre de ojos claros y trajes oscuros que trajinaba ufano la avenida para acceder a la suntuosa residencia de la Embajada de Chile en Washington. Había pasado dos tranquilos años dedicado a administrar la rutina diplomática y a expedir, en sus ratos de ocio, consejos a sus socios de bufete en Santiago. Gozaba de buena reputación como jurista (fue ministro del ramo) y su paso por el Ministerio de Educación fue más bien cauto, sin las agitaciones estudiantiles que ocurrieron después. Con un acopio académico programado para el éxito, mucho le ayudó su prosapia republicana, que registra en su ascendencia cuatro presidentes. Añádase a ello su pasantía por Harvard, donde recogió otro cartón. Cercano a Sebastián Piñera, éste lo eligió en 2013 como agente chileno ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), para responder la demanda planteada por Bolivia en el caso Obligation to negociate access to the Pacific Ocean.
En principio, Felipe Bulnes (46) aceptó el reto, como una labor adicional a su cargo en la capital estadounidense, para más tarde ampliarla a dedicación exclusiva, desde su gabinete santiaguino. Cuando se discutía la estrategia a seguir frente a la acusación altiplánica, el polícromo grupo de expresidentes impuso la tónica de “parar en seco” la insurgencia boliviana y optar por la objeción preliminar acerca de la competencia del máximo tribunal internacional de la ONU. Aunque no muy convencido, Bulnes recogió la instructiva y junto al equipo de abogados internacionales se elaboró la posición chilena que, como se sabe, el 24 de septiembre de 2015 fue desestimada por la CIJ, con 14 votos afirmativos contra dos disidencias. Una derrota evidente que, mediante un malabarismo dialéctico, tanto el agente como el canciller Heraldo Muñoz quisieron demostrar a la presidenta Michelle Bachelet y a la opinión pública como un triunfo nacional. Naturalmente fue difícil convencer a alguno y el costo político del chubasco lo esquivó prontamente Muñoz para sacrificar a Bulnes, dos meses después.
La carta de renuncia del exagente chileno ante la CIJ a la Presidenta consta de tres folios por demás ilustrativos, en los cuales Bulnes tercamente interpreta el fallo de la Corte de La Haya como un avance, al decir que “ha significado eliminar tempranamente el riesgo de que de este juicio pudiese surgir una resolución final que afectara nuestra integridad territorial”. Para sostener su argumento se apoya en el párrafo 33 de la sentencia, que señala la abstención de la CIJ para predeterminar el resultado de una posible negociación entre las partes. La ilustrativa misiva resalta, además, la necesidad de “restablecer un nivel de cohesión y unidad”, revelando con ello las fracturas internas en el frente chileno.
Entretanto, entra en escena José Miguel Insulza, quien a sus 73 años podría ser el padre de su predecesor, adobado con un perfil abombado que contrasta con la figura de Bulnes. Abogado, excanciller de Ricardo Lagos, acaba de dejar la Secretaría General de la OEA, puesto que consiguió sorteando oposiciones diversas. Asumir esa misión le brinda útil instrumento para alimentar su ambición presidencial.
La decisión chilena para ese cambio se explica ante la incertidumbre de la prosecución del juicio y por la arremetida tenaz y persistente de Bolivia en cuanto foro internacional se presenta. Esa campaña produce un desgaste significativo de la imagen de Chile. Por este motivo se soslaya la dimensión jurídica, para apostar por el acomodamiento político con Bolivia, sea empujándola hacia un desistimiento o para entablar conversaciones paralelas, en las cuales Insulza indudablemente tiene experiencia en la intriga y el cabildeo. Recuérdese que cuando el exdictador Augusto Pinochet fue apresado en Londres, Insulza, como ministro del Interior, guardó su socialismo en la faltriquera y obtuvo el retorno del tirano sano y salvo a Santiago.
Pienso que el rol que puede jugar Insulza podría ser positivo para obtener lo que Bolivia en realidad pide: que Chile acepte negociar seriamente y en buena fe un acceso soberano al océano Pacífico, bilateralmente, pero bajo la sombra de un amigable componedor como garante de honestidad. Si así fuera, ¿correrá Bolivia el riesgo de sufrir la frustración de una nueva promesa incumplida?