Evo, personaje
Era impensado e improbable que el excocalero hubiese obtenido ese galardón años atrás.
Corrían los primeros años del segundo milenio después de Cristo. Qué tiempos aquellos, vale decir comienzos de 2000. Evo Morales era entonces el dirigente cocalero que puso en jaque al establishment boliviano. La silla de la plaza Murillo era cuoteada entre los partidos de derecha y todos los ciudadanos mirábamos de palco. Aunque ni tan de palco, porque votábamos puntualmente por la misma gente.
A la distancia parece un mal chiste que hayamos tenido un gobierno llamado de Izquierda Revolucionaria y que haya sido tan servil a los requerimientos de la derecha. Entonces, Evo era el irrespetuoso que hacía suspirar a los millones de irrespetuosos en Bolivia. Era el que ponía en jaque a los dueños del poder. Por entonces en las evaluaciones de periodistas el líder cocalero fue propuesto como el personaje del año por un grupo de comunicadores de un medio X. Pero a los ojos de los jefes no era pues bien visto que un cocalero sea el tipo más importante de una gestión. No ve que era irrespetuoso.
Como en el fútbol, en la vida también el tiempo va pasando. Evo fue enamorando a la gente cuando le espetó sus verdades al dueño de la casa blanca de la ciudad de La Paz. Es que la rebeldía enamora. Fue pateado por los policías, gasificado y vilipendiado, cayó una y mil veces. Igual su carisma fue subiendo. Al mismo tiempo, sus rivales de turno hacían lo necesario para mejorar su imagen. La rebeldía enamora.
Y así se fue apoderando del corazón de los bolivianos. La hoja de vida del hijo de Orinoca estaba intachable frente a los manchados currículums de sus rivales.
Así, casi en un suspiro, Evo llegó a ocupar la silla presidencial con un apoyo casi nunca antes visto. Es más, en la actualidad es el personaje del año, algo impensado tiempo atrás. Ahora sí está bien visto en el establishment boliviano que él obtenga ese reconocimiento.
Pero así como la rebeldía enamora, la fogata de amor (recordando aquella pieza musical del Gringo Gonzales) ya no es tan fuerte como antes. O, dicho en un lenguaje más cinematográfico, sería bueno que venga algún maestro de boxeo político y que le diga a Evo que ha perdido la mirada del tigre (sí, así como en Rocky). Reinventarse sin traicionarse sería lo adecuado.
Hoy, en la región va acabando el reguetón venezolano y se va imponiendo el tango. Se sabe que el mercado no es tan malo (después de todo las nacionalizaciones tampoco habían sido inmunes a la corrupción).
La izquierda siempre es mejor vista desde la trinchera. La rebeldía encandila y en febrero se verá si Evo todavía es el hombre capaz de enamorar a la población.