Ekeko, dos palabritas
Cumplíles, Ekeko, aunque no seas más que un invento de yeso y tradición dicharachera
Aquí te honran, diosecillo color de enero, corpus perenne de la riqueza transitoria. Mira a La Paz, ciudad de lluvia y sueños que rebalsan en deseos. Esta hoyada es tu reino con su reparto demográfico de parajoda: la gente chiquita vive en las zonas altas y los laut’inchos en las partes bajas, ¿no ve?
Aquí todos te tienen en alto, señor de abajo. Cumplíles por encima de tu tamaño. Lo merecen. ¿Y sabes por qué? Porque te hicieron esperanza de riqueza que se puede tentar a fuer de trabajo y confianza. Te hablan en directo: “Ayúdame, petiso, necesito de tus elevados favores para tener platita, casa, coche, salud…”. Te dan a fumar un cigarrito de su suerte cada viernes y te agrandan con sus miniaturas.
Cumplíles, Ekeko, aunque no seas más que un invento de yeso y tradición dicharachera. Los ch’ucutas se la jugaron por vos en la Colonia, cuando el clero te tachó de duende, de idolatría y prohibió tu presencia a domicilio. Ahora la Iglesia te quiere a regañadientes. Un cura malhumorado sale a la puerta de la Catedral, al mediodía del 24, para dizque “bendecir” los billetitos alasiteros que la multitud agita. Petiso, de petición.
Acordate de aquella historia de los radialistas en 1969. Nuestro dirigente Ávila, locutor comunista, citó a una reunión a las 12 meridiano para apurar un paro contra la dictadura de Barrientos. Estuvimos puntuales en el sindicato, pero el líder llegó una hora después, achacando su tardanza a la trancadera de gente y autos. Y ahí vimos tu poder, Ekeko. Al sacar de su maletín el manifiesto de protesta, al Ávila se le cayeron dos rollos de los billetitos recién bendecidos.
¿Comunista?, le dijimos. Se puso de pie y nos replicó muy digno: “¡Una cosa es la ideología política y otra la costumbre familiar!”. Todos manifestaron su acuerdo con eso. Todos, menos los trotskistas, que tienen costumbres políticas e ideología familiar.
Querido Fortunato, o como te digan, Ekeko. Cumplíle a la gente que confía en vos, máxime si ya tienes de nuevo tu illa, ajayu de fertilidad y abundancia. La Paz, con su illa de maravilla. A ti no hay que prenderte velas ni soplarte inciensos. No eres santo milagroso, sino facilitador. Por reilón y regalón ningún neoliberal baboso te tachará de populista. Te hablamos clarito porque nos sale de la sinceridad y la necesidad. Lo que pasa es que Dios está en las nubes “y vos, bien a nuestro alcance nomás estás”. ¿No ve?