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Tuesday 14 May 2024 | Actualizado a 05:34 AM

Distribución del ingreso nacional

El proceso de cambio tiene que reencauzar la distribución del ingreso en favor de todos los bolivianos

/ 26 de febrero de 2016 / 04:12

Existen varias formas de distribuir el ingreso nacional. En el proceso de cambio se lo hizo mediante bonos para los niños, las mujeres gestantes y sus hijos nacidos, y para las personas de la tercera edad sin discriminación. Esta distribución directa no es vista con buenos ojos por organismos internacionales en el marco de enfoques de políticas fiscales de equilibrio macroeconómico; no obstante, permitieron que grandes grupos poblacionales de escasos recursos, la mayoría, por primera vez acceda a recursos que eran un privilegio de gobernantes de turno, clases de proveedores privilegiados que vivían del Estado, con su efecto multiplicador en otros grupos privados que aún creen que no necesitan del mismo.

La ingente cantidad de recursos provenientes de la nacionalización de los hidrocarburos favoreció en general a la economía nacional; sin embargo, aunque parezca ingenuo, una gran mayoría sigue en condiciones de extrema pobreza, situación que se espera reducir mediante políticas de mediano plazo enmarcadas en la Agenda del Bicentenario 2025. ¿Pueden estos grupos vulnerables esperar tanto tiempo? ¿Hay alguna forma más inteligente de disminuir esta brecha con políticas más dinámicas? Seguro que sí, somos 10 quizá ya 11 millones de habitantes, en un país rico en recursos naturales, donde el mercado es una maraña abigarrada de consumos que no han entrado en la lógica mundial y obviamente a la cual no afectan. No en vano en la década de los 80 se decía con Perogrullo que el mercado interno no justificaba procesos de industrialización como ocurrió en los países vecinos. Esta debilidad hizo que los avances al respecto sean objeto de una brutal destrucción del aparato productivo en el periodo neoliberal, que bajo la ola mundial de reducir el Estado favoreció a grandes grupos transnacionales con capitalizaciones de nuestras principales empresas a precio de gallina muerta.

Empero, como no hay mal que por bien no venga, hoy por hoy países vecinos industrializados no tienen ningún peso en el contexto mundial, toda vez que el capitalismo central entró en otra fase de acumulación bajo la misma lógica de producción egoísta y destructora. Lo que demuestra que la industrialización no necesariamente genera desarrollo; y al contrario, en un mundo donde el medioambiente está siendo duramente afectado por el efecto invernadero producto de industrias contaminantes, se nos presenta la oportunidad de ser un país con un alto valor ecológico y en armonía con la naturaleza. En tal sentido, el proceso de cambio tiene que reencauzar la distribución del ingreso nacional en favor de todos y  cada uno de los bolivianos, en dos estrategias de “desarrollo”, bajo la mística del suma kamaña, ñandereko, ivi maraei: la digna alimentación de sus habitantes y la educación de calidad para los niños y jóvenes.

Si logramos esto, el presente será nuestro futuro, ya lo dijo el maestro Tupamaru Mujica, en honor a Túpac Amaru: “Se puede ser feliz con muy poco”, organicémonos y  hagámoslo, estamos en condiciones de ser el paradigma en un mundo sumido en una profunda crisis civilizatoria. Mostrémosles el sur.

Es exviceministro de Presupuesto y Contabilidad Fiscal.

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¿Acelerar el proceso de cambio?

A pesar de los avances en materia de derechos económicos, políticos y sociales, se aprecia un aletargamiento

/ 6 de diciembre de 2017 / 04:07

El proceso de cambio que vive Bolivia desde 2006 a partir de transformaciones estructurales que se plasmaron en la Constitución Política del Estado aprobada por votación popular en 2009, las cuales significaron un avance en las luchas del pueblo boliviano contra la discriminación y el racismo para con los indígenas originarios campesinos, tiene el reconocimiento de los pueblos del mundo.

Sin embargo, a pesar de los avances en materia de derechos económicos, políticos y sociales (traducidos en la nacionalización de empresas estratégicas, la distribución directa de los ingresos a partir de bonos sociales y subvenciones en energía e hidrocarburos), se aprecia un aletargamiento en este proceso, quizás producto de las luchas internas registradas en los primeros años frente a las oligarquías separatistas y neocoloniales, que hoy por hoy enarbolan banderas democráticas, olvidando que son producto de procesos dictatoriales en los que establecieron su posición económica y política.

Al parecer este aletargamiento deviene de un querer ser en el mundo bajo un modelo de desarrollo económico-comunitario propio, pero sin entender que el mundo capitalista está sumergido en procesos de crisis permanentes, donde el capital financiero especulativo marca el nacimiento y/o quiebra de los procesos productivos industriales en el mercado mundial.

En tal sentido, es necesario retomar el espíritu de la revolución democrático cultural inspirada en la lógica comunitaria de los pueblos de Abya Yala, profundizándola o reencaminándola. Para ello resulta necesario desburocratizar el proceso de cambio; el ciudadano de a pie debe ser el protagonista de las transformaciones, ya que fue él quien con su vida generó el momento liberador más importante en la historia del país en las jornadas de octubre de 2003 en El Alto y en la ciudad de La Paz, expulsando lo más retrógrado del colonialismo interno y oligárquico, como bien explicó Zavaleta Mercado en el “Estupor de los siglos”.

Este golpe de timón tiene que ser económico y de varios matices. El ciudadano de a pie y con ingresos bajos todavía no puede acceder al crédito bancario, motor de un mejoramiento económico familiar, pues las reglas de acceso a los préstamos financieros no han cambiado.

Otro aspecto importante es la dignidad alimentaria. Hoy el mundo, mediante la producción transgénica masiva, está destruyendo la tierra fértil, sometiéndola a trabajos forzados. Bolivia cuenta con miles de variedades biogenéticas almacenadas que pueden ser el “banco” de la seguridad alimentaria de parte de la humanidad. Para ello es necesario políticas inteligentes y agresivas en materia agrícola que, con seguridad, tendrían mayor impacto económico y social que el sector de hidrocarburos frente al cambio climático.

Hay mucho por hacer fuera del paradigma occidental y depredador. Es necesario que el proceso de cambio aspire una bocanada de aire fresco de las montañas indomables que lo gestaron y dé un paso firme hacia la liberación popular que lo encumbró; como dice la letra de una conocida canción: “¿Quién dice que todo está perdido?”.

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Evasión en Panama Papers

Estamos, pues, en puertas de un verdadero sisma ético del sistema financiero internacional

/ 20 de abril de 2016 / 05:32

Los paraísos fiscales son una actividad “legal” del sistema financiero internacional, utilizada por los ricos del mundo, quienes —según señala el profesor Gabriel Zucman en su libro La riqueza escondida de las naciones— mantienen el 12% de su patrimonio en las denominadas cuentas offshore en varios países, desde Ginebra, pasando por Singapur, hasta Panamá. Fortuna que, según la investigación de Zucman desarrollada a partir de una amplia información estadística, suma cerca de 6 billones de euros ($us 6,7 billones); y la evasión fiscal que supondrían estas cuentas offshore para los Estados sería de aproximadamente $us 150.000 millones al año.

Esta práctica de los ricos del mundo, ya sea como personas o como empresas, devela la doble moral de un sistema financiero internacional que permite la evasión fiscal de los más poderosos, cuando al ciudadano de a pie se le grava de forma implacable sobre sus exiguos ingresos obtenidos mediante su trabajo. En tal sentido, esta práctica, que está indignando a los ciudadanos de todo el mundo, nos llama a reflexionar sobre el rol especulativo del sector financiero, responsable de la crisis de 2008 a través de los bonos “basura”. Crisis que ha dejado maltrecha a toda la economía mundial, y que a pesar de los exiguos intentos de recuperación de la mano de la locomotora China, ahora está entrando a una desaceleración que tendrá consecuencias, como siempre, con efectos perversos sobre los ciudadanos por la quiebra y el cierre de empresas e instituciones, con los consiguientes despidos laborales y la eliminación de beneficios de seguridad social y de subsidios, en pro de una “fiscalidad saludable”. Cuando en la práctica, frente a los ojos miopes de los Estados se está cometiendo la evasión fiscal más escandalosa de la historia, y más grave aún, la cual es considerada “legal”, así como es legal el regresivo Impuesto al Valor Agregado (IVA), que pagan por igual el trabajador que recibe el salario mínimo nacional como el que tiene sus cuentas en los paraísos fiscales, por los productos básicos de la canasta familiar (pan, carne, leche, azúcar, gas, etc.).

Estamos, pues, en puertas de un verdadero sisma ético del sistema financiero internacional, puesto que los privilegios de los ya privilegiados ricos del mundo están poniendo en tela de juicio a los Estados, porque éstos no pueden exigir moral ni éticamente a sus ciudadanos obligaciones que los más poderosos pueden eludir, amparados en una “legalidad” que, de acuerdo con los últimos acontecimientos, está siendo cuestionada no solo por la opinión pública mundial, sino que además constituye un precedente con consecuencias imprevisibles en el futuro para la relación Estado-sociedad.

En tal sentido, los paraísos fiscales que utilizan los ricos del mundo para evadir impuestos y el blanqueo de dinero mediante cuentas offshore han quedado, como se dice en el argot futbolístico, en offside. Punto alto para el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), que a través del informe Panama Papers enaltece la labor periodística de investigación en el ámbito mundial en beneficio de toda la población. De nuestra parte, los ciudadanos y ciudadanas del mundo debemos exigir a los Estados-nación la total eliminación de los monopolios financieros y la democratización del acceso a estos recursos por parte de la población, no solo a bajas tasas de interés, sino mediante políticas de acceso directo que hasta ahora son privilegio de los mismos que operan en estos paraísos fiscales. 

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Sanders y el cambio en Estados Unidos

Bernard Sanders es el viento de cambio que las nuevas generaciones estaban esperando

/ 30 de marzo de 2016 / 05:18

Estamos asistiendo a un fenómeno político en la elección de la candidatura demócrata para las elecciones presidenciales de Estados Unidos: el senador Bernard Sanders está cuestionado al establishment de la política norteamericana, denunciando que ésta está al servicio de sus financiadores (las corporaciones transnacionales que especulan en Wall Street), poniendo así en tela de juicio la ética que acompaña las gestiones gubernamentales en beneficio del 1% más rico de EEUU, que se apropia de casi la mayor parte de la riqueza que genera el país industrializado más importante del globo terráqueo.

Las propuestas de Sanders —redistribuir la riqueza a partir de subir el salario mínimo a 15 dólares la hora, de repatriar las industrias de China para generar empleo para los estadounidenses, de hacer que la universidad sea accesible para todos (gratuita), universalizar el sistema de salud y de gravar con impuestos a Wall Street— han generado más de una ironía de parte de expertos en cálculos presupuestarios, señalándolas como “irrealizables”, pero sin aclarar que lo son en un escenario de statu quo, toda vez que estas propuestas “políticamente incorrectas” para la mentalidad de la comunidad a la que pertenecen estos “expertos” son un ataque al sistema que beneficia al 1% más rico y, obviamente, esto no es real.

Sin embargo, la apuesta de Sanders en la sociedad que ha desarrollado la ciencia y tecnología más avanzada a nivel mundial es que se utilice el sistema para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, sobre todo de la clase media, y quizá avanzar un poco más, y mejorar la calidad de vida de los vagabundos (home less) que carecen de un hogar y deambulan por las calles de la capital, Washington, llevando todas sus pertenencias en carritos de supermercados, ironías del país de la libertad y las oportunidades.

No obstante, el senador de Vermont, quien no se considera un político de carrera, asegura que su ascenso desde alcalde en la pequeña ciudad de Burlington hasta llegar al Parlamento estadounidense (que empezó con el 2% de votación en su primera incursión hace más de 25 años para llegar a obtener el 71% en su reelección como senador) nos muestra que el cambio ha tocado las puertas de la democracia más elitista del mundo. Sus propuestas, válidas  para los países nórdicos, pero también para naciones en desarrollo como la nuestra, están siendo escuchadas por miles de jóvenes que, a partir de estos planteamientos, han comenzado a participar activamente en las elecciones presidenciales. Además, se sienten cautivados por el hecho de que Sanders se haya autodeclarado socialista, corriente que para la ideología mercantilista representa la parte más retrógrada y amenazante del sistema de economía de mercado.

Sanders es el viento de cambio que las nuevas generaciones estaban esperando, es lo que la generación de los “mileniums” está apoyando, representa lo que en América Latina comenzó, pero se desvió. Es tiempo de retomar la honestidad y sencillez de sus planteamientos, porque al final, mejorar la calidad de vida de la sociedad no es privilegio de los políticos, sino de la sociedad misma.

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Un nuevo concepto de desarrollo

La descolonización cultural del consumo es el principal cuestionamiento a los enfoques de desarrollo

/ 4 de julio de 2014 / 04:18

El maestro José Mujica planteó  en la reunión del G-77 la necesidad de cambiar el actual concepto de desarrollo, paradigma creado a partir de lo que él llama la colonización cultural. La lucidez de su razonamiento lanza un reto muy grande a la sociedad en conjunto. Plantea salir de la creencia de un solo tipo de desarrollo industrial capitalista —y por qué no también socialista (China)—, que prioriza el dominio del hombre sobre la naturaleza.

El desarrollo de las fuerzas productivas, motor de la historia, entra en contradicción cuando se pone en juego la existencia misma del hombre en el planeta. La humanidad ha asumido una especie de complejo de superioridad que a la hora de la verdad no podrá ser enfrentada ni con la más desarrollada tecnología. En tal sentido, cabe preguntarse cómo crear un paradigma de desarrollo que no involucre la creación a gran escala de bienes que deben ser desechados lo más antes posible, para que su producción sea permanente, sin importar si eso implica el uso indiscriminado de los recursos naturales.

Posteriormente, el presidente uruguayo continúa su cuestionamiento con una pregunta: “¿Si salimos de la situación de países pobres, podemos hacerlo sin copiar el estilo de vida de los países ‘desarrollados’?”. Es decir, sin elevar los niveles de consumo de manera irracional. ¿Sirve de algo dejar de ser un país pobre para entrar en la vorágine del consumo? En este punto, el principal escollo a vencer no es el económico, sino el cultural, entendido como la alienación al consumo. La descolonización cultural del consumo en todas sus manifestaciones representa el principal cuestionamiento a los enfoques de desarrollo.

En el caso de Bolivia, somos herederos de una cultura que desarrollo de manera holística las ciencias y las artes. En lo productivo, a partir de tecnologías de la más avanzada hidráulica se cultivó y domesticó cientos de variedades de alimentos; concretamente la papa, alimento mundial, del cual perdimos la memoria productiva, así como su múltiple uso, desde el ritual hasta el alimenticio. Lo mismo con la quinua y el amaranto. En el sector textil tenemos las fibras más complejas y de alta calidad, donde destaca la lana de llama, de cualidades térmicas incomparables. En este ámbito también sufrimos la pérdida de su memoria productiva. En síntesis, somos herederos de una visión holística de convivencia armónica con la naturaleza, que abarca la astronomía como parte de una conciencia objetiva de ser parte del sistema solar, y que indudablemente afecta con sus cambios la vida en nuestro planeta, sobre todo en la agricultura y en las telecomunicaciones.

Por lo tanto, pensemos un tipo de desarrollo productivo que priorice los sectores en los que somos expertos ancestralmente, por no decir genéticamente. Obviamente no lo hacemos porque estamos colonizados culturalmente, realidad que conlleva repercusiones en aspectos políticos y económicos. No podemos salir de un enfoque de desarrollo que estimula el consumo para satisfacer la producción anárquica del mercado. Si bien la producción es social, la distribución es privada en el capitalismo, de ahí que surgen las crisis. La ecuación producción-consumo es inviable, por eso siempre habrá desempleo, inflación y todos los desequilibrios de los que se alimenta el mercado. Aceptemos el desafío de Mujica, construyamos un nuevo enfoque de desarrollo en términos sociales y tecnológicos, sigamos la luz encendida por el Tupa Amaru.

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