¿Bajo control?
Financiar la inversión con deuda puede traducirse en una cadena perpetua de préstamos
Una de las conclusiones del taller organizado por el Gobierno con la participación de representantes de cuatro importantes instituciones multilaterales —el Banco Mundial (BM), el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la CEPAL—, para esbozar el futuro económico del país, es que todo aparenta estar bajo control.
Las sugerencias realizadas por los mencionados organismos internacionales se pueden resumir en promover una mayor inversión pública, incrementar la productividad y articular las cadenas productivas para atraer inversión privada. Al respecto, huelga señalar que estas recomendaciones ya fueron incorporadas en el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social 2016-2020, y se constituyen, desde 2006, en los ejes orientados a consolidar el proceso de industrialización del país. Entonces, ¿cuál el aporte de estas entidades en vislumbrar lo que viene en el horizonte económico?
Resulta paradójico que a pesar del intercambio de criterios, opiniones, cifras y sonrisas, ninguna de estas instituciones mencionó siquiera la posibilidad de revisar sus proyecciones de crecimiento del PIB boliviano para la presente gestión, que según sus estimaciones oscilaría en torno al 4,4%, con tendencia a la baja, distante del 5% proyectado por el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. Esta primera discrepancia, que resulta imperceptible por anuncios que Bolivia nuevamente se ubicará en esta gestión en el podio de crecimiento regional, puede ser relevante al momento de realizar algunas consideraciones más puntuales que hacen a las cifras de la macroeconomía nacional y que parecieran no estar en el radar de los organismos multilaterales.
Por caso, según datos del INE, en enero de 2016 la balanza comercial fue otra vez negativa, resultado de una nueva contracción del valor de las exportaciones por efecto de la caída de los precios de las materias primas, y no solo del gas. Con ello se incrementan las presiones para devaluar la moneda nacional respecto al dólar, y se perfila la proyección de un déficit fiscal por segundo año consecutivo, que pretende ser financiado contrayendo deuda externa no concesional, que a su vez se traduce en mayores intereses por pagar. Por otro lado, la reducción en lo que va del año de cerca del 14% de las reservas internacionales netas del país refleja una elevada demanda por dólares, así como un acercamiento entre el tipo de cambio oficial y el tipo de cambio que pactan los bancos con sus clientes.
Los representantes del BM, de la CAF y el BID deberían centrar su opinión en los aspectos antes mencionados porque, además de consejeros, también son banqueros, y su “negocio” es prestar, y qué mejor si el “cliente” es un país con bajo nivel de endeudamiento. A su vez, el Gobierno no debe perder de vista que financiar la inversión pública con deuda puede traducirse en una cadena perpetua de préstamos.