Los ataques en Bruselas, que siguieron a los de París y San Bernardino, avivaron un debate en Estados Unidos que ya era claramente polémico acerca del terrorismo islámico. Varios políticos occidentales, incluyendo a los dos republicanos favoritos, Donald Trump y Ted Cruz, instan a una campaña centrada más en las comunidades musulmanas que en la búsqueda de aquellos que estarían más propensos al extremismo religioso, y por tanto, al terrorismo. Sin embargo, los recientes atentados en Europa están siendo perpetrados por una nueva generación de terroristas que han virado nuestro entendimiento previo acerca de lo que los motiva y de cómo encontrarlos y detenerlos. Dicho en pocas palabras, los terroristas actuales no son extremistas religiosos que se han convertido en radicales, sino radicales que se transformaron en extremistas religiosos. La diferencia es crucial.

Tengamos en cuenta a los dos hermanos que planearon y ejecutaron los ataques en Bruselas: Ibrahim y Khalid el-Bakraoui. Nacieron en una familia inmigrante (procedente de Marruecos) de clase obrera; no eran particularmente religiosos y optaron por la vida del crimen a muy temprana edad. Cuando tenían cerca de 25 años, ambos habían participado en secuestros de automóviles y en robos armados. Ibrahim fue sentenciado a nueve años de prisión por tentativa de asesinato; su hermano, a cinco años por robo armado. Y entonces, parece que en prisión o después comenzaron su camino hacia la yihad.

Su historia es asombrosamente similar a la de varios otros terroristas en Bélgica y Francia. Pocos eran musulmanes devotos. Abdelhamid Abaaoud, cabecilla de los ataques en París, utilizaba drogas regularmente y también tomaba alcohol como muchos de sus compañeros de armas. En agosto de 2014, la revista política New Statesman informó acerca de dos yihadistas británicos, ambos de 22 años, quienes, antes de irse de Birmingham para Siria, compraron copias de los libros Islam for Dummies  (El Islam para principiantes) y The Koran for Dummies (El Corán para principiantes).

Un estudio notablemente exhaustivo realizado por Rik Coolsaet para el instituto Egmont de Bélgica intenta encontrar sentido a esta nueva ola de yihadistas y los distingue de los previos, tales como aquellos que recurrieron a Al-Qaeda antes del 11/9. La edad promedio de un yihadista europeo desde el 2001 hasta el 2009 fue 27,7 años. Hoy en día se acerca a los 20 años. Por ende, llevó años de adoctrinamiento religioso convertir a las personas en yihadistas. Actualmente, la decisión de unirse al Estado Islámico generalmente es repentina e impulsiva.

Examinemos detenidamente una diferencia reveladora. Al-Qaeda y sus fatwas (sentencias religiosas) emitidas con críticas detalladas y demandas político-religiosas son reveladoras. ¿Cuáles son las demandas detrás de los ataques en París y Bruselas? Al escribir acerca de estos jóvenes yihadistas franceses, el gran sabio francés del islam Olivier Roy señala que casi ninguno tiene educación en el activismo político (digamos Palestina), del islam fundamentalista o del conservadurismo social. “Su radicalización surge alrededor de la fantasía del heroísmo, la violencia y la muerte, y no de la sharia o la utopía”, afirma. El Estado Islámico es el grupo principal que celebra la violencia en sí misma.

Estos hombres jóvenes, y algunas mujeres, generalmente son una segunda generación de europeos. De hecho, Roy señala que usualmente se levantan frente a sus progenitores inmigrantes devotos, más tradicionales. Estas personas se encuentran inseguras acerca de su identidad, y no están arraigados en su viejo país ni en el nuevo. En este contexto, eligen una vida de rebelión, crimen y, luego, la máxima aventura prohibida: la yihad.

Estas circunstancias explicarían por qué los musulmanes belgas conforman un porcentaje desproporcionado de voluntarios del Estado Islámico, que de lo contrario sería un misterio. El grupo Egmont menciona que la brecha en la educación y en el desempleo entre los nativos e inmigrantes en Bélgica es la más alta de toda Europa. El 15% de los belgas nativos viven por debajo del umbral de pobreza, en comparación con una sorprendente mitad de belgas con antecedentes marroquíes. Además, Bélgica posee un récord de asimilación particularmente pobre, ya que tiene sus propias crisis de identidad, dividida entre dos culturas: flamenca y valona.

¿Por qué son tan importantes estos descubrimientos? Describen una imagen de un nuevo tipo de terrorista, aquel que no se siente atraído al terrorismo por la religión, sino que ha optado por el camino del terror como el último acto de rebelión contra el mundo moderno, y quien luego encuentra una ideología que puede justificar sus deseos. El islam radical ofrece esa ideología existente, disponible fácilmente a través del internet y de los medios sociales. No obstante, es el extremo de la cadena, no el comienzo.

Esto significa todavía que los musulmanes tienen que luchar y erradicar el cáncer en su medio que es el islam radical. Pero sugiere que los que aplican la ley occidental, intervienen mezquitas, patrullan por centros comunitarios musulmanes e incluso luchan contra los musulmanes fundamentalistas podrían estar enfocando su atención en una dirección errónea, si el objetivo es encontrar terroristas. Aquellas personas podrían estar, en lugar de ello, en bares, callejones de drogadictos, líneas de desempleo y prisiones de la sociedad radicalizándose antes de convertirse en islamistas