Adhesión a mano alzada
La calumnia colonial no quebró a esa valiente mujer, inmune al olvido y la ingratitud
Ahora que Jorge Sanjinés, el gran cineasta con secuencia (sic) de Bolivia, está mostrando su película sobre la guerrillera Juana Azurduy, reproduzco fragmentos de una carta a mano alzada en nueve sonetos que para ella escribí en 1975.
“La gente como usted es de otra laya,/ es de las que rechazan el refugio/ después de una derrota en Huanifaya/ porque quieren guerrear en Vilcapujio.// Clara señal que se impone en la bruma,/ pantalón blanco, chaqueta escarlata,/ guerrillera del sol en Ayuhuma,/ lágrima de la noche en Pocoata.
“Padilla se prepara en Panacachi,/ y usted, mi coronela, en Lagunillas/ da órdenes a Juan Wallparrimachi:// ¡No debe haber reposo en Chuquisaca,/ hay que seguir la guerra de guerrillas/ hasta acabar con el tabla-casaca!”.
La poesía es tensión y mirada reflexiva, que nos da a saber del país en los críticos días de su fundación republicana. Los sátrapas colonialistas han desplazado a los patriotas para hacerse del poder y del Gobierno.
“El pueblo ya les dice doble cara, / porque eso son cuando gira la rueda/ de la verdad fundida en la moneda/ y la vergüenza no los descascara.// Los Olañeta, Moscoso, Serrano,/ Urcullu, Calvo, falsarios de seda,/ (el que traiciona traidor se queda),/ gente del rey, patriotas de trasmano”.
“La Asamblea de tránsfugas se instala/ con la jactancia de los doctorcitos/ ungidos diputados a la mala.// Esa Asamblea que el pueblo miraba/ indiferente, ajeno a plebiscitos…/ Esa Asamblea donde usted no estaba”.
Y porque la poesía es gratitud y es testimonio, se debe mantener la palabra en vilo. No se trata de convencer a nadie, sino de conmoverlo.
“Doña Juana Azurduy en los albores/ de nuestra independencia lucidora/ artilló usted las armas de la aurora/ contra los gachupines opresores.// Sucre y Bolívar, los libertadores,/ le pedirán perdón porque a la hora/ de darnos patria primó la traidora/ opinión virreinal de los doctores.
“Usted fue ninguneada en su grandeza/ por el oportunismo de la escoria/ republicana que anda de cabeza.// Ahora Bolivia la unge agradecida/ su Pachajuana, madre de la historia,/ que la rescata y sostiene en la vida.”
La injuria pasa. La insidia se disuelve en los ácidos de su misma falacia. La calumnia colonial no quebró a esa valiente mujer, inmune al olvido y la ingratitud. ¿Dónde quedaron en cambio los operarios del vilipendio? ¿En qué canalla red social se entramparon? Salve, doña Juana Azurduy de Padilla, doña Juana del Sur de Bolivia.