Resiliencia de los sistemas de agua
La escasez de agua en La Paz ha sido un tema recurrente desde hace años en diferentes foros.
La falta de agua que vive la ciudad de La Paz no debería sorprendernos, puesto que desde hace muchos años éste ha sido un tema recurrente de discusión en diferentes foros municipales, departamentales, nacionales e incluso internacionales. Los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) mostraban ya la fuerte tendencia de la retracción glaciar en Bolivia. Estudios y publicaciones del extinto Programa Nacional de Cambios Climáticos, junto al Instituto de Hidráulica e Hidrología de la UMSA, alertaron sobre los efectos que el cambio climático podría provocar en las fuentes de agua de zonas cordilleranas. De la misma manera, estudios de varios organismos internacionales corroboraron estos escenarios.
Las fuentes de agua en la ciudad de La Paz dependen principalmente de la lluvia y del escurrimiento subsuperficial de los glaciares (al menos 35%); por lo que la oferta de agua iba a ingresar en estrés por eventos extremos de sequía, exacerbados por el cambio climático y la creciente demanda de usuarios. Por ello, el análisis del problema debe tomar en cuenta los factores climáticos determinantes de la oferta y los del desarrollo inscrito en la demanda de agua. En la demanda del agua hay que observar la multiplicación de edificaciones, el uso irracional y la existencia de sistemas obsoletos con niveles importantes de pérdidas. Cuando se genera un desbalance entre oferta y demanda, la situación se torna mucho más crítica al presentarse sequías como es el caso actual.
Ante ese estado de cosas surge la necesidad de reflexionar sobre cómo actuar en una situación que será repetitiva en el tiempo y con la que las urbes ubicadas en cabeceras de cuenca deben lidiar. Las opciones de resiliencia ante eventos extremos y ante el cambio climático parten de acciones combinadas, tanto estructurales como no estructurales. Las primeras se deben concentrar en ampliar, mejorar, proteger y diversificar las fuentes de agua y todas las partes del sistema, garantizando su operación y mantenimiento, de manera tal de fortalecer la capacidad de producción de la empresa de agua. En tanto, las segundas deben concentrarse en acciones que fortalezcan la capacidad institucional para llevar adelante procesos de planificación contemporáneos; vale decir, planificar el uso del recurso tomando en cuenta el cambio climático y desarrollando planes estratégicos de mediano y largo plazo.
No se debe descartar que estos tiempos exigen un uso racional del agua. Por lo tanto, desde la perspectiva de la demanda, se debería pensar en tarifas progresivas diferenciadas, es decir, adecuadas para la población en el marco de la equidad y del uso racional del líquido elemento, para crear una conciencia de uso eficiente. Asimismo, se deberían impulsar programas para introducir sistemas ahorradores de agua. Es urgente establecer sistemas de alerta temprana inteligente que identifiquen umbrales o tendencias en los niveles de agua en las represas; y contar con modelos predictivos que permitan establecer el comportamiento de los sistemas ante diferentes escenarios climáticos y de demanda. Se debe recordar que, entre otros, el proyecto GRANDE (Glacier Retreat impact Assessment and National Policy Development), apoyado por la Cooperación Japonesa y en el que participaron la UMSA, el MMAyA y la EPSAS, generó un modelo para la gestión de los recursos hídricos en la cuenca Tuni-Condoriri en el marco del calentamiento global. Esta experiencia debe y debió ser extrapolada a los otros sistemas por EPSAS. Los retos están planteados, el cambio climático es un factor a considerar en la planificación de las empresas de agua, así como el uso eficiente de los recursos, el desarrollo y el crecimiento equilibrado de las ciudades.