Agua
Si tuviéramos la formación suficiente en criterios y valores, otro sería nuestro destino.
El agua es un problema de tal magnitud que medirá nuestra verdadera calidad humana. El futuro del líquido vital se pinta apocalíptico y todo pronóstico se derrumba o, más bien, se acelera a velocidades pasmosas. Por el momento solo nos queda conformarnos con los míseros paliativos, desoír las justificaciones o disculpas, y multiplicar los rezos.
Debemos acostumbrarnos de ahora en adelante a términos técnicos como: estrés hídrico (que se refiere a la pérdida de nuestras fuentes de agua natural como nevados, lagos y ríos por diversas causas como el mentado cambio climático); crisis hídrica (que se refiere a la insuficiencia de agua para satisfacer las demandas de una creciente población); y crisis económica (la falta de este recurso por mala gestión). La Paz, como si no nos sobraran problemas, tiene una acumulación centenaria de los tres, y las últimas muestras de desidia, incapacidad, corrupción y demás lacras tocaron fondo.
A diferencia de otros comentarios sobre el agua, prefiero machacar sobre nuestro problema estructural: la educación. Si gobernantes y gobernados tuviéramos la formación suficiente en criterios y valores; si los ciudadanos de a pie no malgastaríamos un litro de agua en cada cepillada de dientes, 20 litros en largas duchas tipo cascada, 30 litros de aguas para hacer brillar la flamante 4×4, o no derrocharíamos millares de litros de agua para joder en Carnaval, otro sería nuestro destino. Si al 40% que tenemos de pérdida de agua por falta de una adecuada infraestructura le sumamos nuestras malas prácticas, tendríamos un pavoroso porcentaje que demostraría lo ignorantes que somos.
Por otro lado, con una formación de criterios y valores para este nuevo milenio, nuestras autoridades no tendrían esa mentalidad de nuevo rico o protosoviética a la hora de planificar algunas obras en el campo y las ciudades. Reconozco que muchas cosas extraordinarias se lograron en esta última década, pero otras no se escaparán del juicio de la historia.
Permítanme un dato malicioso al debate sobre el agua. Una pequeña planta nuclear consume 15 hectómetros cúbicos de agua cada año y para siempre; es decir, 15.000.000 de metros cúbicos al año, o sea 15.000.000.000 de litros cúbicos de agua potable. Lo reitero en literal: quince mil millones de litros anuales que deben correr sin falta ni racionamientos. Qué temeridad para traer semejante cosa.
Insisto, como siempre, en la necesidad extrema de promover el desarrollo humano más que la mera acumulación material. En este nuevo tiempo, de desafíos inimaginables e inauditos, tener los bolsillos llenos de plata y nada en la cabeza no es un ideal de ser humano, a no ser que tu modelo sea el presidente electo del imperio.