La lluvia más esperada en Chuqiyapu marka
El que no llueva también es fruto de polución, que deviene por la presencia de miles de autos.
El 21 de noviembre pasado será considerado como el día en que cayó, aunque haya sido por pocos minutos, la lluvia más esperada de Chuqiyapu marka (o ciudad de La Paz). Ante el racionamiento sorpresivo del agua en la zona Sur y barrios aledaños, por la falta de inversiones y los graves errores de administración de la empresa EPSAS, la ciudad comenzó a vivir la escasez de agua más dura de los últimos años. Recuerdo que los días previos al 21 de noviembre todos esperábamos que llueva, pensando que eso podría aliviar la escasez, llenando un poco las represas casi secas; pero no ocurría, pues el cielo paceño se mostraba raso y el clima de la ciudad registraba 23 grados de temperatura como promedio; lo que en vez de hacernos feliz, nos ponía tristes, porque con esa temperatura en esta ciudad todo se va secando y evaporando.
Sin embargo, aquella tarde ocurrió lo que tanto se aguardaba. Me encontraba en una oficina pública en pleno centro político del país, la plaza Murillo. Los y las funcionarios estaban atentos y se preguntaban si ya estaba lloviendo, y al oír que caían gotas finas todos dirigieron la mirada al cielo desde las ventanas con caras de alegría, pues por fin estaba lloviendo. Algunas personas comentaban que deberíamos bailar por ese gesto de la naturaleza, que se debía inventar un baile para la lluvia. ¡Qué nueva manera de pensar la relación de los seres humanos y la naturaleza y generar una danza-música! Espero que aquello se convierta en una realidad muy pronto. Los rituales al agua en las comunidades son muy comunes, habrá que adaptarlos a las ciudades.
En plena lluvia abandoné la mencionada oficina y al caminar por la calle Comercio vi en las tiendas cómo las personas aprovechaban las pocas gotas que caían finamente para limpiar un poco sus negocios con escobas. Había mucha alegría, regocijo y esperanza. Esos días de calor y racionamiento de agua fueron contrastados por esa lluvia breve. Ese hecho marcó un antes y un después en la consciencia del habitante paceño, aunque suceden algunas paradojas. Desde ese día comienza a hablarse que es mejor conocer a la madre naturaleza. Hoy ya no se dice “ojalá que no llueva”, sino “ojalá que llueva, que llueva, y mejor si es fuerte”. Pero no habrá grandes lluvias si no hay árboles. Por lo tanto, hay que preservar los bosques, hay que forestar y reforestar la ciudad para garantizar lluvias más continuas. Hasta el simple saludo está cambiando, hoy se dice “que tengas buena salud y que tengas agua”, aunque circulan bromas pesadas en las redes sociales, que no merecen ser citadas. ¿Qué arboles plantar? Mejor si son plantas nativas, ya adaptadas para estos climas andinos como la t’ula o tola, la qiñwa o queñua; en fin, árboles que fueron devastados en el pasado siglo para usarlos como carbón. Además del buen uso de las aguas de las vertientes, algo que no ha sido contemplado en las políticas locales, resulta imperativo que el mundo urbano, sobre todo desde los edificios, aprenda a cosechar o recolectar el agua de lluvia. ¿Cómo hacerlo?
El que no llueva también es fruto de la contaminación ambiental, que deviene sobre todo por la presencia de miles de autos. Hoy la sede de gobierno está saturada de carros. Ahora que aparece la conciencia sobre la importancia de cuidar el agua, ¿surgirá también la sabiduría de reducir el uso de los autos? Es tan paradójico ver que a falta de agua (vida), son los autos (muerte) los que distribuyen el vital elemento. ¿Qué políticas nos ofrecen el gobierno municipal y la Gobernación de La Paz al problema planteado? Q’ala umawa wañantawayxi, uma lakiñaxa janiwa suma apnaqatakiti. ¿Kamachañanisa? Machaq amuyunakampiwa sarantañasa suma apnaqasiñataki.