Las muertes de Bolívar
La autocracia, la tiranía, el despotismo, la arbitrariedad han hecho de Bolívar su reo principal
Varias muertes tuvo Simón Bolívar: aquella del 17 de diciembre inevitable a la que tenemos que asistir a nuestro turno todos los hombres; aquella contenida en los decretos de agosto y de septiembre de 1830 en los que, previa a la muerte física, se ejecutaba la política, prohibiéndose su entrada a territorio venezolano; aquella que duró muchos años antes de que volvieran sus cenizas; aquella más prolongada aún a causa del caudillismo, el militarismo, el antirrepublicanismo, opuestos siempre a la libertad de la Nación.
Varias muertes sufrió Bolívar: fallece el héroe patrio cada vez que su legado de virtud y de honor, de patriotismo y de deber es desconocido por los ingratos, los traidores, por los utilizadores de su nombre.
¡Cuántas veces ha muerto en sus concepciones esenciales cada vez que se han burlado sus mandatos, al permitirse el abuso militar contra los individuos y los pueblos, contrariando, entre otros, aquel decreto del derecho a bagajes de 1827 que dictara en Caracas, sitio donde modificó los estatutos de la antigua universidad y se esmeró por la organización de su país!
¡Cuántas veces ha muerto al inobservarse sus mandatos: el Bolívar de la ley y el derecho, aquel que exigía a los jueces rectitud; aquél interesado en que la Justicia “se administre pronta y cumplidamente y que tengan las horas de despacho prevenidas por la ley”, útil, honesta, imparcial, como lo requirió el 26 de septiembre de 1827!
Aquel Bolívar de la probidad y la decencia ha muerto muchas veces a manos de los defraudadores, saqueadores y estafadores del Estado; cada vez que éstos cometen sus ilícitos actos y se aprovechan del patrimonio público.
La autocracia, la tiranía, el despotismo, la arbitrariedad han hecho de Bolívar su reo principal; aquel que se mancilla y vulnera cuando impunemente se transgreden los derechos de todos. Bolívar ha muerto tantas veces que solo vivirá en el alma de la República, al decir de Neruda, “cuando despierte el pueblo”.