Cuando todavía faltan tres años para las próximas elecciones generales, el presidente Morales y su partido parecen más preocupados con asuntos propios de una campaña electoral que con las cuestiones urgentes e importantes de la gestión gubernamental. Toda la energía política está volcada al parecer en la cuestión de la habilitación de la candidatura de Evo Morales, asunto de suyo discutible por varios motivos, lo que resta atención a los serios problemas que afectan e interesan a la gente.

Además, el enfoque que se anuncia para el discurso presidencial del 22 de enero está diseñado asimismo dentro de ese espíritu de campaña: resaltar las diferencias de desempeño respecto de los gobiernos anteriores, sin tomar en cuenta que con cada año que pasa, los indicadores elegidos resultan menos pertinentes por los distintos contextos internacionales que caracterizan a los 20 años anteriores, pero también en vista del cambio de tendencias registrado en el país a partir de 2014.

Los datos disponibles revelan en efecto que las principales variables macroeconómicas alcanzaron su máximo nivel en ese año, y que es además poco probable que en el futuro inmediato se revierta la tendencia menguante del ciclo económico internacional. La percepción del cambio de signo de la coyuntura tardó en manifestarse debido principalmente a las políticas fiscal y monetaria que inyectaron abundante liquidez a la economía. No obstante sería un grave error continuar por ese camino en el futuro, entre otras razones porque se ha perdido la holgura existente en los años de bonanza en ambas esferas.

Basta mirar además lo que está ocurriendo en las economías vecinas para darse cuenta de que ha llegado el momento de introducir ajustes sustantivos en la gestión de las políticas públicas, lo que no quiere decir por cierto que la naturaleza del ajuste tenga que responder a las mismas orientaciones que inspiran a los gobiernos en dichos países. Por principio de cuentas, sería recomendable un enfoque integral y coherente de medidas para el corto y el mediano plazo, orientado por los principios centrales de que los costos sociales no recaigan en los sectores menos favorecidos, que no se deterioren las condiciones y perspectivas del empleo productivo, que las urgencias del corto plazo no perjudiquen el desempeño a mediano plazo y que prevalezca el diálogo social antes que la adopción de medidas verticales por conveniencia política.

En vista de los problemas inocultables que se han presentado en el último tiempo, sería conveniente destacar la necesidad de fortalecer de verdad las instituciones encargadas de los servicios públicos básicos de salud, agua potable y saneamiento; abordar en forma creíble la reforma de la Justicia y poner en marcha todas las tareas inherentes al pacto fiscal. En los tres casos, un examen objetivo de la situación prevaleciente podría dar pautas sobre las causas de los problemas manifiestos.

Entre las prioridades de una estrategia de ajuste dinámico y con distribución equitativa de los incentivos y sacrificios habría que mencionar ciertamente la reforma laboral con todos sus componentes asociados, empezando por el tratamiento equilibrado de la protección a los trabajadores asalariados y la generación de empleo, la igualdad de género, la formalización creciente de las relaciones laborales, la política salarial tripartita y los incentivos a la productividad, entre otros.

La autocrítica no es una práctica frecuente del presidente Morales, pero sería muy recomendable que la incluya como uno de los elementos de su informe próximo, puesto que haría más verosímiles las propuestas sobre los ajustes que anunciaría para su gestión futura. De no ser así, habrá perdido una oportunidad valiosa para darle al país una señal responsable de certidumbre.