Soñar con el mañana
Wálter Nosiglia ha forjado un dichoso futuro en su familia que nos invita a soñar.
Poco acostumbrados como estamos los bolivianos a saborear las mieles del éxito deportivo, un resultado favorable aviva nuestro espíritu de estimación propia. Hace apenas pocos días, el rally Dakar fue escenario de nuestra mejor participación en la categoría de cuadriciclos por medio de uno de nuestros representantes, quien habiendo vencido en la cuarta etapa hizo que nos ilusionáramos y pensáramos por al menos 24 horas que era factible que el título y la gloria se quedaran en Bolivia.
Wálter Nosiglia comenzó su periplo en Paraguay convencido de la exigencia a la que había sometido sus aptitudes. A poco de partir, fue hundiendo las ruedas de su motorizado en las dunas del desierto que le condujeran primero a Argentina, y luego a Bolivia. Ingresó al encantador valle de Tupiza habiendo ganado la etapa de principio a fin; aunque un día después, un expectante silencio fue la premonición de que algo poco grato sucedía, en efecto: su máquina estaba desfalleciendo.
Tal incidente nos arrebató lo que pudo haber sido uno de los mayores triunfos en materia de velocidad en motores. No tuvo otra opción que abandonar la competencia. Esa “frustración” colectiva, sin embargo, no aminoró el interés ni la euforia ante tan grandioso espectáculo, mucho menos la simpatía ni predilección por Wálter, quien un tanto apesadumbrado a poco de llegar a Oruro se puso frente a la multitud, que aún tenía encendido el corazón, para exclamar como quien piensa en voz alta: ¡Pero… si no he ganado nada!
Lo cierto es que lo había dado todo. Y nada había regateado al mismo tiempo en aras del evento. Su propio aniversario de nacimiento lo encontró muy lejos de su hogar, y él prosiguió en la competencia corriendo por algún sitio inhóspito. En él no cabe la fatalidad y los éxitos de su vida no han hecho sino convertirlo en un hombre más tolerante y sencillo, llevando como fundamento su fe en el Supremo Creador.
Wálter hizo solo cuatro etapas en esta versión, pero las suficientes para que cruzara la línea de la historia, y la historia no la hace cualquiera. Si “cayó”, lo hizo plenamente convencido de lo que pretendía para el país. “A esto sí se llama caer con todos los honores; ser derrotado por exceso de audacia. Solo ruedan hondo los que han trepado alto”, dijo en cierta ocasión Mario Vargas Llosa ante similar circunstancia.
Y no habría que lamentarse demasiado por este destino incumplido. “Voy a seguir compitiendo hasta lograr el objetivo que me he propuesto”, ha prometido Wálter, con la sensatez de un hombre firme y de honor. Y si recordamos que nuestro piloto ha forjado un dichoso futuro en su familia con dos hijos que le siguen los pasos y que han empezado a competir como si el deber los llamara, el mañana nos invita a soñar.