Un mal servicio
El mal trato al usuario y la exposición a peligros son constantes en nuestro medio.
Era la 01.25 del 25 de febrero, a pocas horas de realizarse la entrada del Carnaval en Oruro, cuando de pronto mi hermana y yo nos dimos cuenta de que el bus en el que viajábamos de La Paz a Cochabamba se detuvo en medio de la carretera. Estoy segura de que usted, al menos una vez, pasó una situación similar, sea la hora y el día que fuera. Aparte de poner en peligro la vida del pasajero, éste se convierte en víctima del escaso mantenimiento técnico que realizan a sus buses la mayoría de las empresas del transporte interdepartamental que opera en el país, así como del escaso control en las terminales.
“La espera desespera”, dice la frase, pues cada cuarto de hora que transcurría los pasajeros nos sentíamos más preocupados. Peor aún las mujeres con bebés o niños en brazos. El chofer y el ayudante de Trans Libertad desaparecieron, no había nadie que nos diera la debida explicación. “Ya se dieron a la fuga. Siempre pasa esto, a ellos no les importa”, eran las quejas vanas de los usuarios. En nuestra impotencia llamamos a la Policía Caminera para hacer la denuncia, sin éxito.
El bus que partió pasada la medianoche de la terminal de El Alto debía llegar a su destino a más tardar a las 07.00, pero llegó a las 10.15. En medio de riñas, malas caras y reclamos, el chofer, que volvió 35 minutos después del percance, no supo especificar las fallas que atravesaba el bus. Solo alcanzó a decir que iban a cambiarnos de vehículo, el mismo que ya estaba en camino. El bus llegó después de dos horas, el reloj ya daban las 03.45 y seguíamos en La Paz.
Lo peor estaba por venir. El bus en el que hicimos el trasbordo tenía cinco asientos menos para las 42 personas que éramos. El chofer, con total falta de cortesía, no quiso hacerse responsable y empezó a gritar a diestra y siniestra, por poco llega a los golpes. Nosotros exigimos un bus con la misma cantidad de asientos, no solo porque entre los perjudicados estaban mujeres y niños, sino porque pagamos por un servicio, que, se supone, debe brindar ante todo comodidad, puntualidad y seguridad. Ningún aspecto de éstos se cumplió, mi asiento no reclinaba. Horas más tarde, mi cuello y nuca pagaron la factura.
El mal trato al usuario y la exposición a peligros son constantes en nuestro medio por parte de empresas irresponsables, que, como en esta ocasión, anteponen el lucro a la seguridad y a la prestación de un buen servicio a la población. Las autoridades del área deben sancionar rigurosamente a estas empresas privadas, caso contrario seguirán poniendo en vilo la vida de los usuarios.
Es periodista de La Razón.