Olimpiada científica
Urge establecer fondos que garanticen a estos jóvenes una formación según su potencial
Días atrás se lanzó la convocatoria a la séptima versión de la Olimpiada Científica Estudiantil Plurinacional, un evento que permite identificar a las y los más talentosos estudiantes de todo el país, por intermedio de una serie de pruebas de conocimiento que evalúan su preparación y sus competencias. Fomentar a esos talentos descubiertos es la siguiente tarea.
La Olimpiada de 2016 convocó a 400.000 estudiantes, que en sucesivas fases de exámenes en las áreas de matemáticas, física, geografía, química, biología, astronomía y astrofísica, informática y robótica permitieron identificar a los estudiantes que sobresalen, muchas veces en medio de privaciones o limitado acceso a los recursos que la educación formal ofrece.
En el acto de lanzamiento del evento, este año bautizado “Pluris 2017”, se anunció que por vez primera los exámenes en las rondas distrital, departamental y final serán respondidos en línea, a través de internet. Se estima que con esta innovación habrá un mejor seguimiento a las y los estudiantes que compitan, y a la vez se les inducirá a usar más las herramientas tecnológicas.
Asimismo se anunció que por vez primera se otorgará un incentivo a los maestros y maestras que preparan y acompañan a los jóvenes atletas del conocimiento: se les otorgará puntos que serán sumados a su escalafón, medida justa si se considera que si bien el talento, esfuerzo y dedicación de las y los jóvenes hacen gran parte del logro, la inspiración, el estímulo y la guía de sus docentes es de fundamental importancia.
Paralelamente a la organización y ejecución de las diferentes fases de la Olimpiada, también se realizan eliminatorias para la Feria Científica que acompaña los actos de la fase final del campeonato. Si en 2015 el tema fueron los dinosaurios y en 2016, el cuidado de la naturaleza, la edición de este año estará enfocada en los ingenios para el cuidado del agua. Es en esta feria en donde verdaderamente se exhibe el potencial de las y los jóvenes de primaria y secundaria; y en todos los casos se evidencia su capacidad y talento por encima del promedio, muchas veces desafiando las carencias materiales y adaptando piezas con ingenio digno del mayor encomio.
Lo que no se dice, una vez acabadas la Olimpiada Estudiantil y su Feria Científica, es qué pasa con esos jóvenes de promisorio talento. No cabe duda que su andadura hasta el bachillerato debe estar llena de éxitos, pero después es poco frecuente saber de ellos y si acceden o no y en qué condiciones a la educación superior.
Urge, pues, establecer más y mejores fondos que garanticen a estos jóvenes una formación acorde a su potencial. Permitir que quienes destacan en los estudios accedan a las mejores condiciones posibles para el estudio y la ciencia solo puede redundar en un recurso humano mejor preparado para afrontar los retos que plantea el desarrollo del país. El Estado puede hacerlo.