Venezuela al asedio político
No solo la oposición está enfrentada a Maduro, sino también activistas extranjeros.
Cuánto sabemos de la crisis de Venezuela? Poco, casi nada. Solo por lo que tuitea y retuitea Jorge Quiroga, como el presidente Evo Morales. Ambos, a su manera, y desde su visión y obsesión políticas. Y a través de los medios de información hegemónicos, un poco menos por Telesur, el contrapeso de aquéllos.
Por la afinidad de los gobiernos de Morales y Nicolás Maduro, y por la animadversión y simpatía que generan, Venezuela es un constante y apasionado tema de conversación y polémica en Bolivia, que en los últimos días han sido más intensas, debido a un plebiscito no oficial convocado por la oposición y la proximidad de la elección de la Asamblea Constituyente, que incluso han causado un cruce verbal entre el vicepresidente Álvaro García y el expresidente Quiroga. El primero llamó al segundo “badulaque provocador” y el segundo replicó con un “licenciado lustrabotas de Maduro”.
No es fácil abordar el caso de Venezuela con la solvencia que requiere la información, aunque es evidente una crítica situación que, al momento, se llevó la vida de un centenar de personas, muchas vinculadas a las protestas de la oposición, otras afines a las movilizaciones del chavismo y algunas inocentes en relación al conflicto. De entre los discordes, el Gobierno es duro con sus detractores y éstos, también, aunque no tienen las fuerzas armadas a su favor y, en su contra, tienen el serio riesgo de salir maltrechos de las refriegas interminables desde hace tres meses.
Tildado de “dictador” y “autoritario”, Maduro no es de callarse y ha “contribuido” mucho a la crisis, de palabra y acción, como la oposición, cuya mayoría parlamentaria recrudeció el conflicto al habilitar a tres diputados de manera irregular, como consideró el Tribunal Supremo de Justicia, que, a su vez, intentó sin éxito asumir tareas legislativas por esa causa. Ahí se encendió el país.
Son varios años de crisis en aquel país, con un fuerte influjo de la oposición liderada principalmente por Enrique Capriles y Leopoldo López, recientemente beneficiado con un arresto domiciliario luego de que en 2014 recibiera una sentencia de 13 años y nueve meses de prisión por los disturbios de aquel año, que terminaron con 43 vidas.
No solo la oposición local está en confrontación con el gobierno de Maduro, sino también activistas extranjeros, y hasta Estados Unidos, que amenazó con represalias de consumarse el proceso constituyente en esa nación caribeña (esto recuerda a la intromisión del embajador estadounidense Manuel Rocha en las elecciones en Bolivia de 2002). En esta disputa, llama la atención la participación visible de Quiroga, que va y viene de Caracas con mucha frecuencia, que tuitea y retuitea de manera compulsiva contra Maduro (casi todos sus tuits aluden a éste y sus gobiernos amigos), que hace lobby intenso contra el líder venezolano con otros actores, como los expresidentes Vicente Fox (México), Laura Chinchilla y Miguel Ángel Rodríguez (Costa Rica), y Andrés Pastrana (Colombia), y el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, también acérrimo detractor de Maduro desde su posición multilateral. Los primeros coincidieron en el plebiscito del 16 de julio, sin aval de la Corte Electoral, convocado por la oposición para intentar desacreditar la elección de 545 miembros de la Asamblea Constituyente, este domingo 30 de julio.
Es difícil imaginar un asedio de esa naturaleza en otro país. No lo aceptaría ningún gobierno; a la primera muestra de intromisión de actores extranjeros, y de la condición de Quiroga, Pastrana, Chinchilla o Almagro, quizás los detractores resultarían expulsados. Por cálculo político o simple tolerancia, Maduro solo atina a denostarlos o involucrarlos con Estados Unidos.
A ver cuánto cambia la situación en Venezuela con la votación del domingo, cuyos objetivos —a decir de Maduro— son devolver la paz a ese país, hacer cambios en la Constitución de 1999 y transformar el Estado.
Al menos serán las urnas las que busquen reencauzar la crisis social y política de aquel país, que desde el fallecido Hugo Chávez se encuentra en constante examen y escrutinio de su democracia.