Infancia y pobreza
Estos fenómenos devienen por la persistencia de factores como la pobreza y la violencia.
Un reciente estudio de la fundación Aldeas Infantiles SOS advierte que en el país cerca de 670.000 niños y niñas corren el riesgo de abandonar sus hogares, por tratarse de espacios en los que impera el desamparo y la violencia. Además, 190.000 viven con algún pariente y 80.000 con personas ajenas a su entorno familiar, por lo que su situación es aún más vulnerable.
Asimismo, otros 30.000 niños y niñas se encuentran en hogares de acogida, y al menos 4.000 que viven en las calles, donde la miseria, el desamparo y la violencia se viven con todas sus letras, siendo las niñas y adolescentes las que llevan la peor parte, ya que la mayoría de ellas son víctimas de violaciones y maltratos, además de consentir frecuentemente la violencia sexual comercial para poder comprar algo de comida, alcohol y drogas que les ayudan a escapar del frío, del hambre y las agresiones.
Respecto a las causas de esta preocupante realidad, para nadie es desconocido que detrás de cada niño abandonado o en situación de calle existe un embarazo no deseado y/o un hogar desfragmentado. Y a su vez estos fenómenos devienen por la persistencia de factores como la pobreza, la marginalidad y la violencia en demasiados hogares bolivianos.
En este sentido, urge el desarrollo de políticas públicas que enfrenten estos factores y fenómenos que se retroalimentan entre sí y finalmente repercuten en la desprotección parcial o total de los niños y niñas del país. Se trata ciertamente de una tarea compleja, que necesita de recursos y del compromiso de las autoridades en particular y de la sociedad civil en general.
Ahora bien, respecto a la mejor manera de enfrentar este desafío, además de insistir en la necesidad de ejecutar más y mejores campañas de educación sexual junto a un mayor acceso de preservativos para los adolescentes, algunas instituciones dedicadas a lucha contra la miseria como Aldeas Infantiles SOS resaltan la importancia de invertir en el fortalecimiento de las familias vulnerables.
Esto porque es en los hogares donde las personas aprenden no solo los valores que en el futuro determinarán su comportamiento adulto, sino también las principales herramientas para enfrentar los desafíos de la vida adulta. De allí que sean los espacios de mayor influencia a la hora de impulsar sociedades prósperas y saludables, libres de violencia y marginalidad, toda vez que recae en sus manos la gran responsabilidad de formar a las nuevas generaciones.
Por todo ello y mucho más, resulta una necesidad de primer orden impulsar proyectos y acciones concretas en favor de las familias vulnerables, así como la formulación de indicadores sociales que guíen estos esfuerzos. Y es que invertir en las familias significa invertir en el futuro y en el desarrollo de un país.