Asamblea de la ONU
Nunca como ahora ha sido tan necesario defender principios y valores que dieron origen a la ONU.
El martes último, en el inicio de sesiones de la 72 Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en Nueva York, tres personas debutaron en el más importante encuentro de jefes de Estado y de gobierno del mundo: los presidentes de EEUU y Francia, y el nuevo Secretario General del organismo multilateral. Fue escenario de terribles amenazas.
En efecto, el ex primer ministro de Portugal Antonio Guterres, electo como Secretario General meses atrás, dio inicio al periodo de sesiones de la ONU con un discurso en el que, sin mencionar a nadie por su nombre o siquiera su nacionalidad, advirtió al mundo sobre los peligros que se ciernen cuando “figuras políticas” dan paso a los actos unilaterales, precisamente todo lo que el principal foro unilateral del mundo busca evitar, o cierran las fronteras a la migración de personas, dando paso a la hostilidad contra ellas.
En la misma línea, el recientemente electo presidente de Francia, Emmanuel Macron, también abogó por el multilateralismo, como el único camino para evitar que se imponga en el mundo “la ley del más fuerte”. Previsiblemente, también habló de la necesidad de preservar el Acuerdo de París sobre el cambio climático.
Por su parte, cuando tuvo ocasión de hacer uso de la palabra, el Presidente estadounidense dio muestra de su virulenta retórica, amenazando explícitamente a Corea del Norte, país al que estaría dispuesto a “destruir completamente”; similar actitud demostró hacia “los terroristas perdedores”; atacó a la República Islámica de Irán, con la que el anterior mandatario había logrado un satisfactorio acuerdo; y nuevamente amenazó con intervenir en Venezuela.
Fue, pues, una lamentable demostración de cuánto puede cambiar la política exterior del país más poderoso del mundo en cuestión de pocos meses, solo por voluntad de su Primer Mandatario; también fue la confirmación de que la retórica del magnate que ocupa el Salón Oval de la Casa Blanca no conoce de límites, lo cual, según algunos analistas, no necesariamente significa que las amenazas vayan a convertirse en realidad.
Con todo, al margen de que los delirios belicistas del Mandatario estadounidense lleguen o no a materializarse, su comparecencia ante la Asamblea General de la ONU da cuenta de una tendencia que parece ganar terreno en la política internacional: la intolerancia xenófoba, muy a contrapelo, por ejemplo, de anhelos como el del Presidente de Bolivia, quien también tomó la palabra en la primera jornada, que aboga por un pacto que posibilite una ciudadanía universal.
El del martes ha sido, pues, uno de los más intensos intercambios de los últimos años, y pone a la comunidad de Estados miembros de la ONU ante la evidencia de que nunca como ahora ha sido tan necesario defender los principios y valores que dieron origen a la organización buscando, precisamente, acabar con la violencia bélica.