Un nuevo impulso europeo
Una UE más fuerte exige profundizar en nuestros valores comunes como la libertad, la igualdad y la solidaridad.
En su reciente discurso sobre el estado de la Unión, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, enfatizó que el proyecto de integración europeo se había recuperado de las crisis financiera e institucional y que las velas de nuestra nave común se habían vuelto a hinchar de vientos favorables. Con esta metáfora la Unión Europea (UE) afirma que ha recuperado la confianza en sí misma y que también asume plenamente sus responsabilidades globales, como uno de los actores esenciales del escenario mundial. Y es que las noticias de Europa han sido mucho más positivas en el último año y en todos los ámbitos.
Así, las elecciones en los distintos Estados miembros han reflejado la confianza de los más de 500 millones de ciudadanos europeos en el proyecto europeo y en los valores democráticos que compartimos y son la base de la Unión. Tras España y Francia, ahora Alemania ha revalidado su compromiso abrumadoramente mayoritario con los valores europeos. El populismo está ciertamente presente en la política europea, pero sigue siendo marginal y solo se nutre de los fracasos que ya estamos superando.
Gracias a cinco años de recuperación económica hemos podido dejar atrás la crisis y hoy el desempleo es el más bajo de los últimos nueve años y estamos creciendo por encima del 2%, superando así las cifras de Estados Unidos. Ha sido esencial el Plan Europeo de Inversiones, que ha movilizado 225.000 millones de euros, permitiendo que circule de nuevo el crédito, sin olvidar la disciplina presupuestaria, pues los déficits públicos han bajado de una media del 6,6% a un 1,6%. La recuperación económica es una realidad que queremos que se sienta por todos los ciudadanos.
Incluso el brexit, que tanto nos conmocionó, está encarrilado en unas negociaciones que, alcancen o no un acuerdo, nos ayudan a despejar el futuro de una UE de 27 miembros y numerosos países candidatos a sumarse. Por eso avanzaremos en nuestro proyecto de integración, como demanda la mayoría de los ciudadanos europeos.
Y es que Europa solamente avanza cuando es audaz. Así lo ha demostrado en los 60 años de este proceso único de integración en el que países que históricamente han estado enfrentados han sabido ceder soberanía y construir juntos un futuro común. Precisamente en marzo celebramos el 60 aniversario de los Tratados de Roma reafirmando el compromiso de los 27 con el proyecto europeo y reconociendo la necesidad de ser ambiciosos y no recrearnos en los éxitos ya logrados. La autocomplacencia no nos debe guiar y debemos avanzar de acuerdo con el “modelo europeo”, que se basa en el debate democrático y transparente y finalmente en la búsqueda de los consensos más amplios posibles.
Una UE más fuerte exige profundizar en nuestros valores comunes; la democracia, el Estado de derecho, la libertad, la igualdad y la solidaridad son nuestras señas de identidad, internas y en nuestras relaciones externas. Somos una Comunidad de Derecho, un ideal por el que tenemos que velar continuamente; para que se consolide la igualdad entre los Estados miembros, grandes o pequeños, entre los ciudadanos de distintos países; se consolide la equidad en la retribución del trabajo o las garantías similares para todos los consumidores. La solidaridad entre las regiones y los ciudadanos también deben ser defendidos, a veces frente a populismos disfrazados de nacionalismos egoístas que no tienen cabida legal ni en sus países ni en la Unión.
En nuestras relaciones exteriores hemos reflejado nuestras convicciones al conceder asilo el año pasado a 720.000 refugiados, tres veces más que Estados Unidos, Canadá y Australia juntos. El reto que suponen los flujos migratorios ha sido enorme para Europa y se está realizando un esfuerzo notable para erradicar los flujos irregulares, reducir drásticamente la pérdida de vidas humanas en el Mediterráneo, defender más eficazmente nuestras fronteras exteriores y administrar de manera sostenible y respetando nuestros valores la inmigración legal. No es un fenómeno transitorio, los progresos todavía son insuficientes y la UE seguirá comprometida con sus socios en el vecindario y en África (entre otros a través del fondo fiduciario UE-África de 2.700 millones de euros) para mantener vías legales, combatir a los traficantes y ofrecer alternativas en los países de origen.
También en nuestras relaciones comerciales la UE ha tejido una red de acuerdos regionales y bilaterales que la consolidan como el primer mercado del mundo, y que le permiten trasladar sus valores, como son las normas sociales o medioambientales, de manera transparente y constructiva. En América Latina estamos actualizando algunos acuerdos con socios estratégicos y confiamos en un pronto acuerdo con el Mercosur.
Los retos globales como son el cambio climático o la ciberseguridad o el terrorismo, así como las incertidumbres y los riesgos políticos que amenazan nuestra convivencia exigen que se refuerce el papel de la Unión como garante de paz y seguridad. En ese sentido, resulta esencial la nueva Estrategia Global de Política Exterior y Seguridad, que nos da los instrumentos necesarios para asumir todos los compromisos en el escenario internacional. Esperemos que los vientos nos sigan siendo favorables.