¿Un Macro-Napoleón?
Macron aspira a dominar el viejo espacio geopolítico mediante la persuasión y la elegante seducción.
Un grave dilema divide a los europeos… ¿se requiere más o menos de la Unión Europea como ente regulador en la vida de sus naciones miembros, que afecta la cotidianidad de sus propias existencias? Emmanuel Macron escogió la Sorbona, una tribuna académica, para expresar públicamente sus reflexiones acerca de este espinoso tema, al día siguiente de los controvertidos resultados de las elecciones alemanas, en las que fuerzas antisistema mostraron su músculo cripto-nazi, dejando a la veterana Ángela Merkel seriamente lastimada.
Macron, un europeísta convencido, está consciente de la crisis que atraviesan las democracias occidentales, y piensa en su recuperación porque éstas fueron “construidas en el Siglo XVII, con base en un equilibrio inédito entre la defensa de las libertades individuales, la democracia política y la instauración de las economías de mercado”.
Ese modelo, que se irradió por todo el planeta, tiene hoy al frente el surgimiento de “democracias iliberales” y de regímenes autoritarios que comprometen la vitalidad democrática. Difícil explicar la sustancial votación obtenida por la AfD, el conglomerado extremista alemán que obtuvo 96 plazas en el Bundestag (Parlamento), mostrando quizá el rechazo de buena parte del electorado alemán a la política de puertas abiertas que la canciller Angela Merkel animó para acoger a más de un millón de refugiados provenientes de Medio Oriente. A las preocupaciones a nivel continental, se suman la crisis del euro y el brexit. Todo esto ante el reflejo del repliegue estadounidense y la arremetida china globalizada.
Si Napoleón al impulso de su “espíritu de conquista” ocupó militarmente Europa, Macron, ejerciendo su impetuoso liderazgo, aspira a dominar el viejo espacio geopolítico mediante la persuasión y la elegante seducción. A continuación van algunas de sus propuestas para refrescar a la Unión Europea (UE).
Hacer de la Unión un “paraguas” más protector y más democrático; la nominación de un superministro de finanzas y dotarse de un presupuesto común para la eurozona; darse un plazo de 10 años para implantar las normas propuestas; bajo el logo de Europa soberana, unida y democrática, enfrentar a los particularismos y nacionalismos identitarios que resquebrajan la UE; forjar una Europa que defienda los intereses globales de sus miembros (¿esto alude al desafío chino y al unilateralismo estadounidense?); la creación de una fuerza de intervención militar en el marco de una “doctrina militar común”; ante el asedio de avalanchas de refugiados, la protección uniforme de fronteras y la fundación de la Oficina Europea del asilo; establecer el precio mínimo para el carbón contaminante; imponer una tasa europea a las transacciones financieras para alimentar la ayuda al desarrollo; crear la Agencia de Innovación para estimular la creatividad científica y tecnológica; Europa deberá liderar la transición ecológica eficaz y equitativa; para la lucha antiterrorista, organizar la
Academia europea de Inteligencia (una suerte de CIA europea); motivar el intercambio estudiantil y, finalmente, desburocratizar la UE.
En la reciente cumbre realizada en Tallin (Estonia), trascendió que los dirigentes de los 27 miembros de la UE confirmaron que el tándem germano-francés sigue siendo la locomotora que arrastra al resto de Europa por la ruta de la esperanza, encarnada hoy en día por el joven presidente galo.