Cultura y objetos
Los objetos culturales son una entidad cuyo sustrato tiene un importante valor y sugerencia.
Como es de conocimiento general, los objetos culturales son una entidad cuyo sustrato tiene un importante valor y sugerencia, ya que son portadores de significado. Lo interesante es que son producidos por las manos del ciudadano y en muchos casos de forma masiva. Siempre están inspirados en expresiones propias de la cultura, y ello remarca su significación. En la historia representaron a distintas culturas como parte de su contenido simbólico y mucho más en sus ritos.
Así, lo particular de estos objetos es que siguen vigentes en la manipulación fetichista de algún culto. Es el caso de las máscaras, que formaron parte de la celebración de fiestas populares con tradición cristiana. Esos objetos provienen de la más remota antigüedad, como fue la cultura egipcia, que los utilizó para perpetuar los rostros de los faraones.
Pero, como en todo, las máscaras comenzaron a evolucionar y a ser usadas, por ejemplo, en la antigua Roma, dentro de su actividad teatral. Lo singular es que casi siempre fueron consideradas parte del trabajo artesanal popular y hoy son objetos respetados que han llegado a ser expuestos en grandes museos como representación del arte significativo de los pueblos y especialmente de su expresividad.
Hace poco, una exposición muy importante tuvo lugar en el Centro Pompidou de París, denominada “Cultura del Objeto-Objeto de Cultura”, fruto de una excelente idea: habilitar un sector de creación industrial que siente las bases de otro tipo de colección. De esa manera, ese museo sería asociado con obras de arte reconocidas por otro tipo de valores, como es el caso de los objetos creativos.
Bolivia cuenta con una infinita riqueza en cuanto a máscaras, tanto aquellas que son parte de la expresión festiva de la religiosidad como las que aluden a la expresión de los pueblos. Lo interesante es su variedad: unas, ornamentales, ricas, con infinidad de materiales que van desde el vidrio, pasando por las lentejuelas, hasta los hilos dorados, empleados justamente para dar realce a través del brillo. Y las otras, las que se acercan a lo puro, aquellas hechas a mano y de madera, rústicamente talladas, con una sencillez que conmueve. Ambas, reflejo de la infinita riqueza de la cultura del objeto que las tierras occidentales y orientales nos brindan.
Hace algunos días tuvimos el agrado de visitar un salón lineal y rectangular de un museo, que a simple vista no mostraba nada particular en cuanto a la definición espacial. Sin embargo, el o los armadores de la muestra tuvieron la habilidad de usar un fondo negro total con pequeñas luces bien ubicadas, que colaboraban en remarcar y resaltar los detalles de las máscaras en exhibición, vale decir, sus formas y cualidades estéticas.
Como era de esperarse, la exposición de la belleza de esos objetos culturales simplemente emocionó. Es que aunque hayamos visto esas máscaras cientos de veces, nunca las admiramos en esa “dimensión”. Con relación a las máscaras de madera, su singularidad no deja de gustar esencialmente al crear pequeñas sombras obtenidas gracias a los cortes del cuchillo. Un placer apreciar en ese recinto la magia destellante de nuestros objetos culturales a partir de su toque de arte personal.
Se nos ocurre que muestras como éstas debieran traspasar las fronteras e instalarse en museos del mundo, ya que cada máscara encarna el relato de la cultura y la historia a través de los tiempos, sin olvidar la sencillez de lo nuestro y el sentido de lo bello.