Viernes negro
La violencia contra las mujeres no conoce fronteras, edades o estratos sociales.
Aunque por estos días solo se hable del Black friday, este fin de semana (el 25 de noviembre para mayor precisión) también se conmemora el Día Internacional Contra la Violencia de Género; esto a instancias de la comunidad internacional con el propósito de concientizar y educar a la población respecto a este problema universal que interpela a propios y extraños.
En efecto, la violencia contra las mujeres no conoce fronteras, edades o estratos sociales; se vive cotidianamente en países desarrollados como Noruega, donde una de cada 10 mujeres ha sido violada alguna vez; España, en el que cada día 356 mujeres denuncian por agresión a un hombre (normalmente su pareja o expareja); o EEUU, donde las agresiones sexuales están institucionalizadas en rubros variopintos como la industria cinematográfica o en los equipos olímpicos de gimnasia conformados por niñas y adolescentes.
Y lo propio ocurre en países en desarrollo como Colombia, donde los hombres despechados han comenzado a vengarse de las mujeres que les rechazan con un sistema otrora utilizado únicamente en ciertos países asiáticos: desfigurándoles el rostro con ácido; o en Argentina, donde cada 30 horas matan a una mujer por razones de género; Honduras, el país que “ostenta” el mayor número de feminicidios de América Latina (13,3 por cada 100.000 mujeres); o Bolivia, que hasta el momento registra al menos 93 mujeres asesinadas también por cuestiones de género.
Y estas cifras de escándalo siguen sorprendiendo e incrementándose a pesar de las campañas de concientización y de la creación de instituciones especializadas para sancionar delitos de esta naturaleza. Lo que indica que no se están haciendo los esfuerzos suficientes para contrarrestar el origen de este problema, que deviene por una serie de factores culturales, como la excesiva tolerancia hacia la violencia en general, que es percibida como un rasgo de hombría.
Y lo propio ocurre con las bases de inequidad bajo las que se cimentan muchas relaciones. Por ejemplo, los maltratadores nunca parten de una relación de tú a tú, se colocan en una posición de superioridad que los induce a considerar a su pareja como si se tratase de un objeto de su pertenencia. Y esta visión distorsionada a veces termina siendo internacionalizada por las propias mujeres, quienes asumen un rol de sumisión y dependencia respecto a sus parejas.
De allí la importancia de atacar este fenómeno social desde el ámbito educativo; procurando modificar la forma cómo se construyen la masculinidad y la feminidad en las sociedades; eliminando las excusas que justifican el maltrato y los abusos; inculcando en propios y extraños que golpear y humillar a otra persona nunca puede justificarse; y que si bien las relaciones de pareja suelen ser conflictivas, la vía para afrontar ese problema nunca puede partir desde la desigualdad ni desde la violencia. Solo así se podrá evitar que haya tantos viernes negros para las mujeres del país y del mundo.