Batalla comunicacional en la Cumbre de París
Necesitamos un servicio de prensa que logre difundir el mensaje de Bolivia en el ámbito internacional.
La Cumbre del Cambio Climático que se realizó en París en 2016, como toda reunión internacional, fue y aún es utilizada con el fin de reforzar la imagen del anfitrión, que en este caso juega a ser hegemónico. Por ello, el Presidente galo se presentó como el opuesto del norteamericano Donald Trump, pero no logró constituirse en el abanderado de los que trabajan en favor del cuidado y del respeto de la Madre Tierra ni tampoco logró ocultar sus ideas derechistas.
En efecto, el presidente Macron subrayó que para aplicar las medidas del Acuerdo de París se debe convocar a las diversas organizaciones internacionales, a empresas y a fondos privados; invitarlos a tomar responsabilidades para poder participar. Vale decir, delegó la responsabilidad del Estado, poniéndolo en manos de intereses privados. Su idea es privatizar la lucha contra el cambio climático; otorgar competencias a otros actores, tanto en el financiamiento como en la ejecución. Lo que podríamos calificar como dejar el cuidado del rebaño a los lobos.
Tras beneficiarse económicamente con acciones depredadoras, las grandes compañías ahora supuestamente habrían adquirido una mayor consciencia medioambiental, y por ello se disponen a ejecutar acciones para atenuar el impacto negativo de su accionar pasado; pero eso sí, sin perder sus ganancias. Para ello aportarán fondos a deducir de sus impuestos. En muchos casos evocarán la cooperación a países en desarrollo, con la esperanza de que existan retribuciones con acuerdos favorables para ellos; acuerdos para seguir explotando los recursos de los países del Sur.
Esta actitud apadrinada por los países de la Unión Europea es una manera de invitar al clan Trump, a la secta de los políticos del “todo liberal”, para que se interesen en hacer negocios y beneficios con algo que se presenta como indispensable. Es así que el presidente de México, Enrique Peña Nieto, representante de las empresas más que del pueblo azteca, afirmó que “es indispensable encontrar nuevas fuentes de financiamiento, sobre todo para los países en desarrollo”. Con ese postulado, él tuvo la palabra y apareció en las diferentes cadenas de Tv europeas.
En cambio, Evo Morales, que es portador de las conclusiones de las conferencias de los pueblos sobre el cambio climático y los derechos de la Madre Tierra realizadas en Tiquipaya en 2010 y 2015, no tuvo ninguna presencia mediática; salvo en entrevistas tendenciosas en las que lo llaman dictador. Claro que al llegar a París dijo que Bolivia reafirma que “el sistema capitalista es el problema y no la solución del cambio climático”; que Bolivia tiene un discurso diferente que “cuestiona la estructura capitalista que ha generado la depredación de la Madre Tierra y, por lo tanto, la depredación de la vida”.
Asimismo, el Mandatario boliviano presentó un decálogo pidiendo que se admita la deuda social de los países industrializados, que se establezca un tribunal internacional para juzgar los delitos contra la Madre Tierra, proposiciones trabajadas por pueblos y naciones, ideas que no quieren que sean difundidas y, menos aún, analizadas por la opinión pública internacional. Y esto no se trata de veto, sino de “política comunicacional”. Esto pone en relieve la necesidad de buscar la manera de dar a conocer nuestros puntos de vista. Necesitamos un servicio de prensa exterior eficiente, que logre difundir el mensaje de Bolivia en el ámbito internacional. Tenemos que llegar al corazón y la mente de los europeos que también sufren, esperan y buscan otros derroteros.
Teniendo en mente que en 2018 conoceremos la decisión de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) respecto a la demanda marítima interpuesta por Bolivia contra Chile, debemos tener una política comunicacional. El objetivo debería ser llegar a la conciencia de la opinión pública internacional. Pero para ello necesitamos una política comunicacional rodada para cuando se emita la sentencia de la CIJ.