Días de radio
Más allá de los cambios tecnológicos que puedan ocurrir en la radio, está el mantener este medio de comunicación como el mejor vehículo para jugar con la imaginación, informar de inmediato, apelar a la acción del oyente y servir de gran compañía hablando al oído en las horas en las que la soledad suele pesar más. La reflexión surge a propósito del 13 de febrero, Día Mundial de la Radio.
Cuando apareció la televisión se anunció la muerte de la radio, pero siguió viva. En el apogeo de las redes sociales, del internet, del cable, la radio sigue rebosante a la hora de complacer como en los viejos tiempos con un tema musical, con el plus de que ahora la discoteca está en la computadora y la velocidad se ha multiplicado por mil. La noticia llega fresca y sin mucha parafernalia, e incluso puede apelar al celular o a Skype para darle mayor instantaneidad a su entrega informativa. Es decir que el uso de las nuevas tecnologías, en lugar de anular a la radio, les sirve para transformarse, rejuvenecer, estar nueva y viva.
La radio llega a todos los rincones en todos los idiomas y las voces de las poblaciones más lejanas y diversas que podamos imaginar. Felizmente en los pueblitos más pequeños y las comunidades más olvidadas hay un radialista que sabe comunicarse con la gente; que rescata las tradiciones y leyendas populares; que convoca a las autoridades locales para que arreglen un puente, una calle, un sendero. El que alerta sobre la crecida de un río es el mismo que no se olvida de colocar Las mañanitas en los cumpleaños y el bolero de caballería cuando muere algún vecino.
Pero de la buena salud de la radio parece que no se enteraron muchos de los locutores, productores y operadores de este medio de comunicación en las grandes ciudades del país, en las que, en la mayoría de los casos, mantienen programas absolutamente carentes de imaginación; en un medio cuya esencia está en la posibilidad de introducirse en la cabeza de los oyentes y permitirles con una décima de segundo trasladarse de un continente a otro, de un siglo a otro, de jugar sin límites con el tiempo y el espacio. Un recorrido por el dial de nuestras emisoras es dar pasos en el vacío. Al final, solo la caída libre a la nada. ¡Qué pena! ¡Qué lástima! ¡Qué desperdicio!
La radio es un medio de comunicación vigente. Quienes trabajan frente a un micrófono tienen que estar conscientes de la responsabilidad que implica su profesión. Su palabra llega a miles de hogares; puede ayudar a cambiar para bien la conducta de las familias que les escuchan. En la radio son necesarias las personas que se preparan para hacer un programa, las que leen, investigan, entrevistan con conocimiento, dominan el lenguaje radiofónico. Ser ignorantes no es lo mismo que ser espontáneos.