Varias noticias recientes indican que hemos ingresado en la era de la Marihuana 2.0. Me explico, la compra, consumo y cultivo de una cantidad limitada de marihuana serán legales en Canadá desde octubre próximo; después de que en Uruguay una medida similar resultase exitosa.

En la Universidad de Toronto se están investigando las propiedades medicinales del cannabis para la empresa Avicanna, que llega a Colombia a través de Sativa Nativa S.A.S. La compañía británica GW Pharmaceuticals ha recibido la aprobación para vender un medicamento derivado del cannabis en Estados Unidos, llamado Epidiolex, para tratar variantes de epilepsia infantil. Es la primera vez que una autorización de este tipo es aprobada.

Pero lo que parece ser una revolución en realidad no lo es tanto, porque el cannabis ya se usaba en Asia desde tiempos inmemoriales para prevenir convulsiones en los recién nacidos y tratar síntomas de diversas enfermedades, así como también para fines recreativos, lo que fue registrado por el médico irlandés William Brooke O’Shaughnessy, quien trabajó en la India en la primera mitad del siglo XIX. Incluso los españoles trajeron al continente americano marihuana para hacer fibra para los aparejos náuticos. Luego, esta hierba comenzó a ser utilizada en Europa y Estados Unidos como medicina, pero su uso terapéutico en Occidente decayó a principios del siglo XX, porque no daba resultados homogéneos y por intereses económicos de los algodoneros y de otros grupos de poder.

La migración de los “manitos” (mexicanos), con sus cigarros de cannabis, a una sociedad tan puritana como la estadounidense produjo tensiones durante la Gran Depresión de 1929. En las ciudades bohemias, el cannabis y el jazz iban a la par; pero el mito sobre sus peligros construidos por una campaña auspiciada por la Oficina Federal Antinarcóticos y el racismo estigmatizaron a la marihuana. Así se ilegalizó el cannabis con fines recreativos en Estados Unidos y de ahí en adelante la tendencia prohibicionista se impuso en aquel país y en el mundo. Por caso, en 1961, con la Convención Única sobre Estupefacientes y otras, se pasó de adquirir compromisos en pro de la salud a una feroz represión.

Sin embargo, hoy en día esa corriente prohibicionista se está revirtiendo poco a poco. Por ejemplo, el Primer Ministro canadiense justificó su legalización para quitarles el mercado a los traficantes y proteger a la juventud, porque el actual sistema represivo no ha funcionado. Pensar que la penalización de la marihuana ha sido exitosa es como querer tapar el sol con un dedo. Como dijo Einstein, es una locura hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Para obtener efectos distintos, no se puede seguir haciendo lo mismo.

Y la tendencia liberal sigue. En 30 estados de la Unión Americana, la marihuana para uso medicinal es legal, y en nueve también lo es para el consumo recreativo. El uso del cannabis con fines medicinales se legalizó en Colombia en 2016 y empresas locales dedicadas a la elaboración de fármacos con este producto han florecido, como Khiron, que está ingresando a la Bolsa de Valores de Toronto.

Según los expertos, el mercado mundial de cannabis está creciendo, gracias a que su uso con fines terapéuticos es legal en cada vez más países y se ha abierto la posibilidad de exportar productos industriales de cáñamo para el sector alimenticio, cosmético y textil. Los rendimientos económicos de la industria a base de marihuana en los países del norte crece, con lo que asistimos a la era de la Marihuana 2.0. No obstante, resulta fundamental que el sur no se quede por fuera del negocio legal. Es decir, que no solo los Carrington, sino también los Quispe o los Pérez puedan usufructuar de esta industria creciente, que ha comenzado a ser bien vista. Todo eso sucede en una época en la los discursos de ciertos políticos van por un lado y los emprendimientos productivos legales, por el otro.